Este era uno de los momentos más emotivos en la vida del estudiante Raúl Fuentes. En el día de su graduación experimentaba sensaciones que una sola vez en la vida es posible disfrutarlas.
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Después de arduos años de labor y sacrificio, los compañeros de él recibían abrazos de familiares y amigos y, con los títulos aún en sus manos, se marchaban en grupos a festejar el triunfo estudiantil.
Raúl se encontraba solo. Y, como preludio de las celebraciones por venir, encontró júbilo en las voces que lo invitaban a compartir. El se excusó y se dirigió al Hospital General para ver a su madre.
Doña Celia Fuentes, enferma después de muchos años de lavar ropa ajena y trabajar de noche, recibió el título que su hijo emocionado le dedicaba y lloró de alegría al saber que su esfuerzo no había sido en vano.
UN HIJO AGRADECIDO ENDULZA EL SACRIFICIO MATERNAL