Triunfa en Venecia


La pelí­cula «Cochochi», dirigida por los mexicanos Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, encantó hoy en el Festival de Cine de Venecia, donde fue aplaudida por su conmovedora autenticidad.


Elogiado por la crí­tica al término de la proyección a la prensa, el filme mexicano, primer largometraje de los dos jóvenes cineastas de 27 años, casados en la vida real y fotógrafos de formación, compite en la sección Horizontes, la más innovadora del célebre festival italiano.

La pelí­cula, la única latinoamericana seleccionada para una sección oficial, y que no ha sido estrenada aún en México, fue filmada en su totalidad en la Sierra de Tarahumana, en el valle de Okochochi, al norte del paí­s, y la mayorí­a de los diálogos se desarrollan en lengua indí­gena rarámuri.

La experiencia de vida de dos chicos indí­genas hermanos, Antonio y Evaristo, que pierden el caballo del abuelo durante una travesí­a para entregar unas medicinas a un pariente que vive al otro lado de la sierra, es narrada con simplicidad, afecto y un sorprendente respeto.

«Es un cine con integridad, hecho con el corazón, que es consecuente con lo que somos nosotros», declaró el conocido actor mexicano Diego Luna, fundador de la casa de producción Canana junto con su colega Gael Garcí­a Bernal, entre los productores de la pelí­cula al lado de Pablo Cruz y Donald Ranvaud de Buena Onda Américas.

Las imágenes de un México desconocido, despoblado, perdido entre las montañas y los altos picos, entre cascadas y valles de piedras inmensas, con amaneceres colmados de neblina y gente sencilla que trabaja la tierra, resultan sorprendentes para el público europeo, acostumbrado a las historias ambientadas en las grandes metrópolis del continente.

«Esta historia tiene que ver con un proceso que se vive en México, con el deseo de huir de la ciudad grande y desagradable», sostiene Guzmán, de origen dominicano, quien pasó junto con Cárdenas un año con la comunidad indí­gena antes de iniciar el rodaje, logrando así­ establecer una amistad con los chicos, quienes participaron de alguna manera en el guión y en el desarrollo de la misma historia.

«Cochochi cuenta una realidad de México que no se ve. Son mundos ignorados y olvidados», comentó por su parte Cruz, quien trabaja con el inglés Ranvaud, conocido «cazador de talentos» y entre los fundadores de la Escuela de Cine de Cochabamba, en Bolivia.

Como en un documento antropológico, los directores emplearon un equipo reducido, rodaron la mayorí­a de las escenas una sola vez con una cámara de 16 milí­metros, lo que les permitió «llegar al alma de los personajes», según admitieron.

«El filme fue poco a poco construyéndose. Hay escenas que se escribieron pocos dí­as antes de filmarlas, porque algunos de los personajes reales con los que contábamos se desaparecí­an, entonces tocaba modificar la trama, por lo que al final llegamos a filmar lo que sucediera», cuenta Cárdenas.

«La secuencia del juego de pelota la tení­amos escrita desde el inicio, pero no ocurrí­a, la posponí­an y la posponí­an continuamente. ¡Sucedió sólo el último dí­a de filmación, una sorpresa!», sostiene la cineasta al describir el original proceso de filmación.

La evolución de los dos chicos, uno de los cuales decide dejar la escuela pese a haber ganado una beca de estudios mientras el otro prosigue los estudios, y la manera con la que los dos abordan la pérdida del caballo, representa no sólo un viaje dentro la naturaleza sino también al corazón de la juventud indí­gena de América Latina.