Tristeza al recordar tragedia en Panabaj


La noche del 05 de octubre de 2005 cambió radicalmente la vida de los pobladores del cantón Panabaj, en Santiago Atitlán, en el departamento de Sololá. Ese dí­a, un deslave sepultó por completo la aldea, en la que perecieron 82 personas; muchos hombres y mujeres que dejaron en orfandad a varios infantes y adolescentes.

Ligia Flores
lahora@lahora.com.gt

Al final de ese dí­a, Juana Postoi, se encontraba en su vivienda con su hermana Elena de 31 años, quien pereció junto a su esposo. Según relata la mujer, ella y su familia intentaron escapar del sencillo inmueble antes de ser arrastrados por la correntada de lodo, pero Elena no lo logró.

Afuera de la pobre vivienda estaba estacionada una autopatrulla de la Policí­a, la cual fue arrastrada por la fuerte corriente hasta el interior de la casa donde estaba Elena, quien murió atropellada.

La partera sobreviviente

Juana, mujer Tzutujil de 43 años, se dedica a la labor de traer niños al mundo. Desde hace siete años es la comadrona del pueblo; tarea que combina con su ocupación de tejedora -por tradición, todas las mujeres del lugar deben saber ese oficio desde niñas-. «Por las mañanas atiendo partos y en la noche me pongo a tejer», cuenta Juana.

Desde la tragedia, además del cuidado de sus tres hijos (Leticia 15, José 13 y Antonio 10) se encarga de atender a tres sobrinas, de 12, 13 y 15 años (hijas de su hermana fallecida) por lo que su tarea se ha multiplicado. Ella no reprocha, al contrario, dice que su casa tiene mayor alegrí­a ahora.

La mujer, una de las pocas afectadas que sabe hablar español, es sumamente comprometida y trabajadora. También es voluntaria en el centro de salud del pueblo, por lo que al momento de contactarla para la entrevista, se excusa porque debe continuar con la atención de un parto.

Solidaridad familiar

En noviembre de 2005, luego que los sobrevivientes de la tragedia permanecieran por varios meses en el albergue Sanchaj, de la comunidad del mismo nombre, las niñas fueron acogidas por Juana y su esposo, quien serí­a desde ese momento la tutora legal.

Luisa Noemí­ (15), Marí­a Ester (13) y Julia Elizabeth (12), quedaron huérfanas junto a sus dos hermanos, Juan Carlos (10) y Pedro (7), todos de apellido Zacarí­as Postoi.

El esposo de Juana es jornalero, por lo que su presupuesto económico es demasiado austero para costear los gastos de alimentación, vestuario y estudio de los ocho miembros del grupo familiar, por lo que ve un respiro en el subsidio que recibe del gobierno desde 2006, empero, este no durará por mucho.

«Me ha costado un poco, porque el dinero no alcanza. Tengo que trabajar duro para mantener a mis hijos, porque sólo mis sobrinos reciben ayuda», se lamenta.

Tanto sus hijos como sus sobrinos hacen llaveros, pulseras y aretes en mostacilla, que venden en el centro del pueblo. Las jovencitas también se adiestran en el tejido.

Luisa cursa el quinto grado, mientras que Marí­a y Julia están en tercero, en la escuela provisional del cantón Panabaj. Cada una recibe Q300 del gobierno, como parte del programa de subsidios Familiares, que impulsa la Secretarí­a de Bienestar Social (SBS).

Diego Chichón, quien apoyó el proceso de coordinación para el resarcimiento de las ví­ctimas, desde la municipalidad de Santiago Atitlán, indica que muchos de los infantes beneficiados ya no obtienen más esta ayuda, porque superaron la edad máxima para ello, los 17 años.

En orfandad

Al principio se habló de unos 75 niños y niñas huérfanos a causa de la tragedia, pero las cifras jamás representaron un dato certero. Cuando la tormenta pasó y las autoridades lograron organizarse de mejor manera y, al menos, contabilizar a los afectados en cada albergue, se reportó un total de 56 infantes en orfandad.

De este total, 10 perdieron a ambos padres, el resto (46), a uno de los dos.

Chichón comenta que estos 10 chicos que sufrieron la pérdida de los progenitores, se integraron totalmente con los parientes más cercanos a su núcleo familiar. En todos los casos, las personas responsables de los ahora adolescentes, son mujeres.

Entre los menores de edad cuyo padre y madre fallecieron, se encuentran: Anabelli y Vicente Chumil de 10 y 12 años, respectivamente. Ambos quedaron bajo la asistencia de Ana Damián, abuela materna.

Estela y Rosa Ramí­rez, de 13 y 15 años, están al cuidado de una tí­a de 22 años, Luisa Ramí­rez.

Diego Elí­as Mendoza de 15, está a cargo de su hermana mayor, Dolores Mendoza.

La mayorí­a de los adolescentes están prontos a alcanzar el lí­mite de edad que contempla como apta el programa de subsidios familiares, de la SBS. Luisa Noemí­ dice que quiere «estudiar mucho», pero desde ahora procura una ocupación, ya que la esperanza de continuar con su profesionalización académica, se diluye debido a la precariedad económica de su familia.