Tristemente no es un caso tan aislado


Hay momentos en los que uno quisiera sumarse al coro para restar importancia a hechos que oficialmente se pintan como sucesos aislados para no generar temores entre la población, pero la responsabilidad obliga a señalar que lo que estamos viviendo es una crisis de confianza en el sistema financiero y que los esfuerzos por minimizar su impacto no hacen sino minar más la ya debilitada credibilidad de las autoridades. Tras los fenómenos de Bancafé, cuarto banco del sistema nacional, y la campaña negra contra G T Continental, segundo del paí­s, se produjo tensión en los ahorrantes que en una cantidad mayor de lo que uno hubiera querido, decidieron retirar sus depósitos y convertirlos en efectivo.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

A ello se sumó la metida de pata de las autoridades del Banco de Guatemala que no ordenaron en tiempo la impresión de papel moneda y de quienes no previeron el efecto de la crisis del Banco del Café. Poco a poco el cuentahabiente se empezó a sentir intranquilo y varios decidieron retirar sus depósitos sin que se produjera una estampida en el sentido exacto del término, pero de una forma consistente que hizo daño a varios bancos y entre ellos el de Comercio que, según sus autoridades, sufrió la sangrí­a de alrededor de sesenta millones de quetzales.

El caso del Banco del Café se pudo solventar sin mayores complicaciones porque estaba disponible el FOPA que permitió cubrir los requerimientos de la clientela. Pero ese fondo se agotó y del mismo no quedan sino cincuenta millones que no sirven para cubrir los 985 millones en depósito que reflejaba el Banco de Comercio al 30 de noviembre del año pasado. De esa cantidad, el banco habí­a colocado préstamos por 771 millones que no se podrán recuperar con la velocidad que los depositantes quieren para retirar sus ahorros.

Es un momento crucial el que se vive y las autoridades deben entender que el peor paso que pueden dar es seguir hablando con medias verdades para aplacar los temores de la gente. Los temores de la población se combaten con información clara y precisa sobre la situación del sistema y todo lo demás no sirve sino para ir minando la confianza de la gente y puede afectarse a otros bancos si la clientela no logra percibir signos de estabilidad y confianza en los mensajes de las autoridades.

Los bancos grandes no tendrán problema porque tienen suficientes recursos para aguantar la presión, pero bancos como el de Comercio tambalean cuando los clientes retiran sesenta millones, cantidad que era mucho menos del diez por ciento de los depósitos totales del banco. La población tiene que entender que si cae en pánico, agravará la crisis porque ello puede provocar problemas a otros bancos y propagar el daño de manera incontrolable hasta que se vuelva una auténtica crisis nacional.

La estabilidad del sistema depende del comportamiento del ahorrante, que deberí­a actuar con calma y prudencia. El problema está en que hay que ofrecer los elementos que permitan actuar de esa forma para impedir que ocurra una corrida dañina para algunas de las instituciones menos fuertes del sistema.

Cierto que no hay FOPA, pero es momento en que todos los bancos del sistema se ayuden a sí­ mismos tratando de cubrir a los clientes del Banco de Comercio porque ello será decisivo en la actitud de la gente aunque, por supuesto, no pueden incurrir en acciones que pongan en riesgo su propio patrimonio o, peor aún, el patrimonio de sus clientes. Estamos viviendo una verdadera emergencia nacional que demanda madurez y entereza para decir las cosas como son, sin eufemismos que tarde o temprano nos revientan a todos en la cara.