Tristemente: «lo dijimos»


El incendio de La Terminal, causado por una venta de cohetillos, nos ha provocado tremenda sensación porque en La Hora advertimos que en el inicio de la época de fin de año tendrí­amos este tipo de incidentes debido a la forma en que se permite la manipulación de los artefactos explosivos que han alcanzado un poder que trasciende lo normal. Nada hubiéramos querido tanto como habernos equivocado al hacer esa funesta predicción y ahora resulta que se lamenta la muerte de 18 personas como consecuencia del primer incidente de la época.


Y lo que nos preocupa más es que seguramente no va a ser el último porque la experiencia de años anteriores nos confirma que es una constante que, al final de cuentas, es responsabilidad de las autoridades que son incapaces de adoptar las medidas del caso para proteger la vida de los ciudadanos. Porque éste ya es un caso que obliga a la reflexión y en vista de que el Congreso nunca ha pasado una ley enérgica para regular la fabricación, venta y manipulación de los artefactos explosivos conocidos como juegos pirotécnicos, es preciso que el Ejecutivo haga algo y mediante la emisión de algún acuerdo subsane la incapacidad de nuestros diputados para actuar en protección de la vida y los bienes de los ciudadanos.

Realmente hay que considerar como una especie de salvajismo esa forma que hay de celebrar nuestras fiestas metiendo bulla a todo, haciendo quemar miles de quetzales que se gastan en la compra de los cohetes de todo tipo. Somos un pueblo con muchas carencias y sabe Dios por qué tipo de atavismo es que el poco dinero que tenemos lo quemamos en cuestión de segundos al prender la mecha de una ametralladora, al hacer explotar esas bombas y al hacer arder la pólvora para producir distintos efectos. Nuestra forma de celebrar es inexplicable e incomparable porque no hay muchos lugares en el mundo donde exista esa tradición tan ruidosa.

Pero lo que sí­ podemos decir es que en cualquier lugar donde es legal la quema de cohetillos y la manipulación de los explosivos, existen regulaciones y se deducen responsabilidades a la hora de un daño. En este caso nadie es culpable ni de las pérdidas de La Terminal ni de las muertes ocurridas como consecuencia del siniestro. Eso es lo que consideramos inaudito además de inhumano y pretendemos que se siente un precedente, que se haga algo para ponerle fin definitivamente a ese comercio que todos los años cobra vidas, mutila a seres humanos y ocasiona enormes pérdidas por la quema de propiedades muebles e inmuebles.

Definitivamente algo debe hacerse y es tiempo que tanto el Ministerio de Salud como el Ministerio de Gobernación tomen cartas en el asunto. Por supuesto que algunos podrán perder porque han invertido confiando en que podrán vender libremente y sin regulación esa mercaderí­a, pero lo ocurrido en La Terminal es suficiente para entender que urge hacer algo.