Triste situación?



Pocas cosas tan tristes como tener que andar siempre arreando a la gente, sean los miembros de una familia, los compañeros de trabajo o hasta los ciudadanos de una nación. Pero indudablemente así­ como hay pueblos que viven con absoluta y plena responsabilidad el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, hay otros en los que atribuyendo a la «idiosincrasia» la indiferencia, muy pocos asumen su papel y responsabilidad.

El caso de la famosa y tan polémica Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala es una muestra de que somos un pueblo al que hay que andar arreando. El tema de la impunidad nos afecta a nosotros más que a nadie, pero ante nuestra incapacidad de actuar para promover y exigir «la persecución penal de los delitos presuntamente cometidos con ocasión de la actividad de los cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos de seguridad y cualquier otra conducta delictiva conexa con éstos que operan en el paí­s; así­ como en la determinación de sus estructuras, actividades, formas de operación y fuentes de financiamiento, promoviendo tanto la desarticulación de dichas organizaciones como la sanción penal de los partí­cipes de los delitos cometidos», tal y como reza el acuerdo suscrito con la ONU, hubo necesidad de requerir el apoyo de la comunidad internacional para emprender una misión sin la cual es inviable nuestro Estado.

No creo que nadie quisiera que los extranjeros vengan a exigirnos aprobar una CICIG ni que nadie quisiera que extranjeros vengan a cooperar en la investigación de los grupos del crimen organizado que funcionan como cuerpos ilegales y aparatos clandestinos porque eso lo debimos hacer nosotros. Pero sabiendo que esos grupos controlan prácticamente todos los estamentos del sistema de justicia y de la investigación, para afianzar su impunidad, era preciso que nos vinieran a arrear para que como colectivo social podamos ponerle coto a la situación imperante.

Por supuesto que el ideal hubiera sido que Guatemala diera un ejemplo al mundo de cómo se sanciona a los miembros del crimen organizado, pero cuando uno ve que se protegen de forma magistral y que el sistema ha estado de su lado, porque ellos lo crearon, entiende que hace falta ayuda de afuera para romper la estructura.

Si algún medio ha sido siempre celoso de la soberaní­a ha sido La Hora, pero hay circunstancias en las que debemos reconocer que solos no podemos. Y la lucha contra la impunidad es una necesidad absoluta en la que requerimos la cooperación de quienes con experiencia extranjera nos pueden dar un valioso aporte. El problema crucial, repetimos por enésima vez, no es la CICIG sino la impunidad existente y la forma en que los poderes ocultos controlan todos los hilos de las instancias que están llamadas a aplicar la ley.