Triste es decir ¡no estábamos preparados!


Lo hemos estado diciendo. Hasta pudimos haberle caí­do mal a los lectores por nuestra insistencia de que lo que menos sabemos los chapines es prevenir accidentes o desgracias, peor aún si las receta la señora naturaleza. Cualquiera con dos dedos de frente se imagina lo que va a pasar cuando aprecia el peligro permanente del botadero municipal, como en cualquiera de las empinadas veredas de la zona 3 de la ciudad capital y en cientos de asentamientos que hay por todo el paí­s. En esos sitios es donde el desagí¼e o drenaje es lo mismo que la calle por donde transita de o para su covacha, porque al primer chaparrón las gradas construidas por la alcaldí­a, con enorme afán politiquero para ganarse los votos de su reelección, se tornan en lodosas cataratas.

Francisco Cáceres Barrios

Por ello me da mucha pena saber de las «alertas amarillas o coloradas» con que la CONRED pretende advertir a la población que está a punto de irse al barranco con todo y sus pertenencias, porque de nada sirve insistir en que nuestras «villas miseria» debieran merecer mejor atención de nuestras autoridades centrales y ediles todo el tiempo y no solo en la época lluviosa. ¿No es lógico y natural que no habiendo drenajes por donde se pueda ir el agua llovida, el suelo se satura, lo que causa derrumbes y busque salida por donde más se le facilite, llevándose de paso todo lo que encuentre?

Llevamos tiempo de estar siendo advertidos que la intensidad de las lluvias aumenta considerablemente el riesgo de sufrir tragedias, ante nuestra insistencia de seguir haciendo pedazos nuestro medio ambiente. ¿Por qué todo se les olvida a nuestros encumbrados polí­ticos al llegar al poder? A eso le llamo irresponsabilidad. Los alcaldes, por ejemplo, se preocupan por hacer obras para que sus futuros electores, les permitan seguir pegados a la teta del poder. Recuerdo al Ingeniero Lee, que en su época de alcalde dispuso levantar el asfalto de la 12 calle, zona 1, para comprobar que todas las tuberí­as del agua potable estaban hechas pedazos, advirtiendo que igual estaban las demás del centro histórico. Pero, ¿qué hicieron los sucesores?, ¿establecieron acaso un plan y calendario para poner manos a la obra y evitar así­ que el agua se desperdicie hasta provocar la sequí­a que actualmente padecemos? Lo mismo pasa en muchos servicios públicos que nuestra población requiere y nadie los oye ni los escucha, salvo cuando ya se produjo la tragedia para salir en las fotos robando cámara. Se olvidan que esos ciudadanos son los que aportan sus contribuciones útiles para percibir sus sueldos, privilegios y ventajas. Lo de siempre, seguimos sin prevenir las anticipadas desgracias.

De ahí­ que pregunte ¿cuánto tiempo más vamos a permitir que el Congreso mantenga «ahorros», útiles para que sigan disfrutando tanto corrupto diputado y asesor, mientras los medios de comunicación se siguen llenando de tantas trágicas y dramáticas noticias? Todo ello me recuerda aquella frase célebre que dice: «Quien olvida la historia, está condenado a repetir sus tragedias». ¿Se podrán imaginar qué le pasarí­a a la población y al paí­s de sufrir otro ramalazo como el de febrero del 76? Claro, volverí­amos a salir diciendo ¿verdad que no estábamos preparados?