Una nave espacial Soyuz atracó el pasado viernes en la Estación Espacial Internacional y bajaron un cosmonauta ruso, un astronauta estadounidense y otro holandés, con lo que restauró la tripulación permanente de la base por primera vez desde septiembre: seis miembros en total.
Sin embargo, justo mientras se recibían con alivio las noticias debido a las recientes preocupaciones sobre la confiabilidad de las naves Soyuz, una versión diferente del cohete ruso falló el viernes durante un lanzamiento no tripulado. Se trató del más reciente de una serie de lanzamientos fallidos que han planteado dudas sobre el estado de la industria espacial de Rusia.
En cuanto a la misión a la EEI, la nave rusa se acopló a la base orbital a las 1319 GMT. A bordo llegaron el comandante de la misión, el ruso Oleg Kononenko, Don Pettit de la NASA y Andre Kuipers la Agencia Espacial Europea, quienes viajaron durante dos días tras el despegue del nevado cosmódromo de Baikonur, las instalaciones de lanzamiento rusas en Kazajistán.
Los tres se unieron a los residentes Dan Burbank de la NASA y los rusos Anton Shkaplerov y Anatoly Ivanishin, que llegaron en noviembre.
Los seis trabajarán juntos en la estación hasta marzo.
El fallido lanzamiento en agosto de una nave de carga rusa no tripulada planteó dudas sobre las futuras misiones a la estación, pues el cohete que se estrelló utilizó la misma etapa superior que los cohetes propulsores que llevan a las cápsulas Soyuz a la órbita terrestre.
El siguiente lanzamiento tripulado, retrasado hasta que los funcionarios espaciales rusos pudieran determinar la causa de la falla en la nave Progreso, ocurrió sin problemas en noviembre.
La tripulación de esa misión convivió ocho días con los tres que ya estaban en la base y regresó a la Tierra ese mismo mes.
El viernes, una nueva versión del cohete Soyuz no pudo poner en órbita un satélite Meridian de comunicaciones luego de despegar del cosmódromo ruso de Plesetsk. El director de la agencia espacial Vladimir Popovkin dijo que el motor del cohete falló.
«Lo que pasó hoy fue una situación muy desagradable», dijo Popovkin, citado por agencias estatales de noticias. «Esto confirma que la industria (aeroespacial rusa) está en crisis y que su eslabón más débil es la construcción de motores».
La falla del pasado viernes, al igual que en el lanzamiento de agosto de una nave Progreso, ocurrió durante la tercera etapa del vuelo. La Soyuz-2.1b que se estrelló el viernes, sin embargo, tiene un motor de tercera etapa diferente, informó la agencia noticiosa ITAR-Tass.