A propósito de festejarse el próximo fin de semana la Nochebuena y la Navidad y en vista de que he tomado unas cortas vacaciones, les comparto dos historias de humor negro relativas a esta celebración.
Q-Â Un hombre que trabajaba en una Oficina de Correos, a mediados de diciembre se percató que una carta estaba dirigida al Todopoderoso.
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Decía de la manera siguiente. Querido Dios: Soy una viuda de 84 años que subsiste de una módica pensión. Ayer, alguien robó mi bolsa que contenía Q500. Era lo que me quedaba de la quincena y ahora voy a tener qué esperar hasta que reciba mi próximo cheque y no sé qué hacer. Dentro de pocos días será Navidad y yo había invitado a dos amigos míos a cenar; pero sin dinero no tendré qué ofrecerles. Ni siquiera tamales, menos pierna o pavo. No tengo familia y sólo tú, Señor, eres mi esperanza. ¿Me podrías ayudar con Q1,000? Te lo agradeceré muchísimo.
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Fue tal el impacto que la carta causó al empleado postal que decidió mostrarla a sus compañeros de trabajo. Todos quedaron asombrados y decidieron hacer una colecta. Al finalizar la tarde habían logrado reunir Q880. Introdujeron los billetes en un sobre y se lo mandaron a la dirección de la remitente. Los que cooperaron sentían una agradable sensación de satisfacción por lo que habían hecho.
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Llegó la Navidad y se fue. Pocos días después en la Oficina de Correos recibieron otra carta de la anciana. Los empleados la reconocieron por la escritura y porque iba dirigida al Omnipotente. Con curiosidad, la abrieron y uno de ellos leyó la misiva en voz alta.
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Querido Dios: Con lágrimas en mis ojos y con todo el agradecimiento de mi corazón escribo estas líneas para contarte que con mis amigos hemos pasado una alegre Navidad. Gracias por tu misericordia. Por cierto, faltaban Q120 que seguramente se los quedaron esos ladronotes del Correo.
Q-Â En un pueblo se formó un Comité pro Navidad del Niño Pobre. Los directores decidieron solicitar ayuda de las personas más acomodadas de la población, entre los cuales el propietario de una farmacia, un almacén, una gasolinera y una finca, a quien le escribieron una carta en la que le decían que en anteriores festejos navideños él nunca había colaborado.
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Dos de los miembros del comité fueron designados para entregarle personalmente la carta al próspero empresario pueblerino. í‰ste leyó la misiva y luego les dijo a los visitantes: -¿Saben ustedes que mi madre está muy enferma y que sus gastos médicos están muy por encima de su pensión de maestra jubilada? Los directores del comité respondieron que no estaban enterados y que lo sentían.
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Viéndoles fijamente, el propietario de los negocios mencionados les lanzó otra pregunta: -¿Tienen ustedes conocimiento de que estoy separado de la que fuera mi esposa y que por causa de un juez de familia corrupto debo pasarle una alta mensualidad a esa mujer, además del dinero que debo entregar para la manutención de mis hijos? Los dos visitantes, ya un tanto amilanados, se limitaron a negar con la cabeza.
  El adinerado volvió a la carga: -¿Les consta a ustedes, estimados miembros del Comité pro Navidad del Niño Pobre, que mi hermano pequeño se quedó ciego a causa de un accidente de trabajo? ¿Alguien les ha contado que el marido de mi hermana murió recientemente dejando sin nada a ella y a mis sobrinos, y que mi padre es diabético y está enfermo del corazón? Los dos miembros del Comité no sabían dónde meter la cara.
  Finalmente, el susodicho les espetó: -¿Conocen ustedes que quebró la empresa de mi hermano mayor, el padre de dos sordomudos, y que prácticamente está en la ruina? Uno de los visitantes expresó: -No sabíamos nada y lo lamentamos mucho. -Entonces -precisó el hombre más rico del pueblo-¡¿Por qué jocotes tengo que darle dinero a ustedes si no se los doy a mis familiares?!