Al menos 19 personas murieron en tres atentados perpetrados hoy por la mañana en Bagdad, uno de ellos en una de las entradas de la ultraprotegida «zona verde», dos días antes de que el Parlamento vote el acuerdo que prevé la retirada de las tropas estadounidenses a fines de 2011.
En el primer ataque, murieron 13 personas -nueve de ellas mujeres- cuando una bomba de gran potencia colocada al costado de una avenida del este de la capital iraquí estalló al paso de un autobús en el que viajaban empleados del ministerio de Comercio.
Una fuente médica dijo que la mayoría de las víctimas quedaron carbonizadas dentro del autobús, y que otras cinco personas resultaron heridas. Una niña de menos de diez años figuraba entre los muertos, precisó la policía.
Poco después, al menos cinco personas murieron y 12 resultaron heridas en un atentado perpetrado por una mujer kamikaze en una de las entradas de la «zona verde», en el centro de Bagdad, según la policía.
La mujer, que disimulaba una bomba debajo de la ropa, la hizo estallar cerca de una de las puertas principales de acceso a la «zona verde», en el momento en que numerosos empleados iban a su trabajo en las administraciones iraquíes y en las embajadas extranjeras, indicó un agente de inteligencia iraquí, que pidió el anonimato.
Según esta fuente, el objetivo de la kamikaze era una de las entradas utilizadas por el personal que hacía la cola para ir a trabajar en el cuartel general de los servicios de inteligencia iraquíes, en el corazón de la «zona verde».
Entre los muertos figuran dos empleadas del servicio de inteligencia, una de las cuales estaba embarazada, añadió esa fuente.
Ese punto de control está vigilado por soldados del ejército iraquí. Los soldados norteamericanos están en otro control situado en el interior de la «zona verde».
También figuran entre los muertos dos soldados iraquíes que vigilaban ese puesto de control, indicó el ejército estadounidense.
Un fotógrafo vio al menos cuatro vehículos seriamente dañados por la explosión, entre éstos un patrullero.
Manchas de sangre y restos humanos eran visibles sobre los muros de hormigón que fortifican ese puesto de control, blanco frecuente de los insurgentes antiestadounidenses en los últimos años.
Todo el barrio fue cerrado a la circulación. Numerosas fuerzas iraquíes y estadounidenses fueron desplegadas en el sector.
Grupos de empleados que iban a trabajar en la «zona verde» fueron apartados a varios cientos de metros.
Por otro lado, según la policía iraquí, un civil murió y al menos cinco policías resultaron heridos en la explosión de un artefacto artesanal al paso de su patrulla al comienzo de la mañana en un barrio al este de Bagdad.
El parlamento iraquí votará el miércoles un polémico proyecto de acuerdo de seguridad con Estados Unidos, que prevé el retiro de las fuerzas estadounidenses a fines del 2011.
Las tribus iraquíes se han convertido en la carta mayor de la estrategia de Estados Unidos.
Después de haberlas ignorado, el ejército de Estados Unidos entendió la importancia de las tribus en Irak, y por esa razón alcanzó con ellas acuerdos que explican sus éxitos de los últimos meses.
Gracias a las alianzas contra la insurrección alcanzadas con los poderosos jefes locales, el mapa tribal es ahora una importante baza en la estrategia estadounidense en Irak y podría exportarse a otro países, como Afganistán, explicaron responsables estadounidenses.
«Cuando llegamos en 2003 no entendíamos el tipo de influencia que las tribus ejercen en este país», afirma en Bagdad un alto oficial que pidió mantenerse en el anonimato.
«Muchas voces en nuestras filas nos decían: «las tribus son primitivas, nosotros no estamos en Irak para establecer un sistema primitivo sino para crear una democracia»», explica. «Pero ahora, todo el mundo lo ha entendido», agrega.
Todo empezó a finales de 2006 en la provincia de Al Anbar, una región desértica al oeste de Bagdad, donde un jeque, Abdel Sattar Abu Richa, opuso a sus guerreros contra los islamistas, a los que derrotó tras ocho meses de combate.
En enero de 2007, el capitán Elliot Press, de la tercera división de Infantería, llegó a la zona como «Tribal Engagement Officer» (Oficial de Acción Tribal).
«Mi misión era estudiar las tribus, elaborar informes, aconsejar al comandante militar de los asuntos tribales», explica. «Irak es una sociedad tribal y muchas situaciones pueden explicarse o mejorarse si se entiende la estructura, el contexto y las interacciones de las tribus», asegura.
En el cuartel general del ejército estadounidense en Bagdad, un equipo de especialistas cartografía la compleja geografía tribal del país.
«Esto permite a nuestros hombres en el terreno llamar diciéndonos: «estamos trabajando aquí con un tipo que afirma ser un jefe ¿podéis confirmárnoslo?»», explica el mismo oficial, que participó en ese servicio. «Estamos en contacto con los grandes jefes de las tribus y ellos nos informan», añade.
Ahora, se pide a los oficiales de unidad que desarrollen y mantengan contactos con los jefes tribales, pese a que no se trata de una política sistemática y varía de una base a otra y de un comandante a otro.
Teniente coronel de reserva, Michael Eisenstadt es actualmente investigador en el Washington Institute For Near-East Policy (Instituto de política para el Cercano Oriente).
«La coalición alcanzó acuerdos informales de alto el fuego con grupos insurgentes sunitas, liberó a detenidos tras haber obtenido garantías de buena conducta de los jeques y contrató a milicias tribales como agentes de seguridad», escribe en un artículo titulado «Compromiso tribal en Irak: las lecciones aprendidas».
«Cada tribu necesita un enfoque diferente, basado en su historia, las condiciones y la política local», afirma. «Este conocimiento sólo se adquiere pasando tiempo en el terreno con los iraquíes», agrega.
En Bagdad, el coronel Richard Welch, otro especialista de las relaciones con las tribus, precisa: «Hay que establecer las relaciones antes de necesitarlas». «Eso quiere decir pasar horas sentado bebiendo té, hablando de muchas cosas, hasta que entiendan que te preocupas por ellos», explica. «Aquí todo está basado en las relaciones personales y en la confianza», agrega.
«Las tribus pueden ayudar a expulsar a Al Qaida estrujando las aldeas y los barrios como esponjas», añade. «Saben dónde viven, conocen todas las caras y los pueden hacer huir. Y si (los miembros de Al Qaida) pasan más tiempo intentado sobrevivir que montando operaciones, entonces hemos ganado», concluye.