El contexto del viaje a Cuba del presidente ílvaro Colom ha resucitado viejos enfrentamientos que han polarizado durante años a la sociedad guatemalteca, evidenciando que se pudo haber firmado la paz, pero la reconciliación es aún materia pendiente porque los resabios de la Guerra Fría no nos han abandonado y los dogmatismos ideológicos nos separan profundamente aún en la evaluación y análisis de nuestro proceso de conflicto armado interno, puesto que para unos esa guerra fue apenas producto del enfrentamiento entre Este y Oeste que, según tal tesis, escogió a nuestro territorio como campo de batalla, mientras que para otros la única razón está en las condiciones internas de la sociedad guatemalteca que provocaron la confrontación.
Los procesos de la historia no son químicamente puros y por lo tanto ni una ni otra visión son absolutamente ciertas, porque ni la Guerra Fría se trasladó simplemente porque sí a Guatemala, ni la lucha prolongada hubiera sido posible sin el entorno internacional. Pero debemos reconocer que una de las deficiencias de nuestro proceso de paz fue que de alguna manera enterró el debate que hubiera sido muy sano en términos de la reconciliación nacional, puesto que de hecho se buscó una especie de borrón y cuenta nueva para permitir que los actores del conflicto pudieran, todos, enfrentar la era de la paz sin que se hiciera alusión al pasado, sobre todo por el tema de la responsabilidad que pudieran tener individuos, grupos o sectores.
Desde la firma de la paz se vivió una falsa sensación de que las viejas intolerancias estaban de alguna manera superadas. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, dispuesto por el gobierno de ílvaro Arzú, no despertó las pasiones que generó la decisión de este gobierno de condecorar con la Orden del Quetzal a Fidel Castro ni las provocadas por la negativa a recibir personalmente la presea y, de paso, al Presidente de la República que sin empacho habló de la importancia que para él tenía la oportunidad de ver a Castro.
Dada la forma en que se ven las pasiones tan encendidas por este caso y la evidente polarización de la sociedad, nos tememos que este incidente pueda ser parteaguas en la relación del gobierno con su pueblo, algo así como el viaje de Cerezo a Europa en un avión de Aviateca o la sopa de cebolla de Serrano. Ojalá estemos equivocados en nuestra apreciación, pero hay muchos indicadores de que las pasiones desbordaron la razón y que lejos de restañar heridas y avanzar hacia la real reconciliación, esas viejas heridas han vuelto a sangrar y lo hacen en abundancia.