Treinta y cuatro mujeres asesinadas en 21 dí­as del 2011


«Â¡Oh, Libertad cuántos crí­menes se cometen en tu nombre!»

Madame Rolland (guillotinada durante el terror francés mientras saludaba la estatua de la libertad)

Edith González

Jueves 20 de enero,  en la  madrugada  en Mayuelas, Gualán, Zacapa, asesinan a la señora Aí­da Jordán Morales, de 40 años; por la tarde en el parcelamiento El Milagro de Masagua, Escuintla, aparecen  en el baúl de un vehí­culo los cadáveres de 2 mujeres no identificadas.

Viernes 21 de enero  de madrugada fueron localizadas en la zona 11 de esta capital dos mujeres atadas de pies y manos, amordazadas y con los ojos vendados, al mediodí­a a un costado del Teatro Nacional Miguel íngel Asturias en la 21 calle y 6 avenida zona 1 matan a dos más.

Lo que nos da un total  de 34  mujeres ultimadas en el territorio nacional en lo que va del 2011. Por lo menos la mitad de ellas menores de edad, habiendo evidencias de tortura en su mayorí­a.  Las organizaciones de mujeres han alzado la voz para protestar, exigiendo «por la vida de las mujeres ni una muerte más». Pero el Gobierno parece no darse por enterado, aunque hay quienes dicen que es limpieza social que a  saber en qué andaban metidas, los mismos funcionarios de gobierno ante los micrófonos de la prensa expresan que seguramente eran prostitutas, o las amantes de los mareros. Lo que definitivamente no es ninguna  razón o excusa para que esto suceda o se deje sin investigar, pues si cometieron un delito deben ser capturadas y juzgadas de acuerdo a lo que manda la ley.

Los ciudadanos estamos pasmados, asustados, aterrorizados, la violencia que se ha desatado en los últimos meses nos tiene totalmente exasperados a unos y sumidos en la mayor indiferencia a otros, pero, ninguna de las dos reacciones es lo normal en una sociedad que se dice vivir en un estado de derecho, el que por supuesto que existe en nuestro  paí­s, pero no se cumple.

Las promesas de la esperanza por una vida mejor, por una familia que progresa se han transformado en  una vida de desesperanza y una familia que se desintegra  ante tanto asesinato y  la  inseguridad de salir a la calle  y no saber si se retornará, o si alguien llamará para extorsionarnos, si en el bus en que viajamos explotará una bomba o si  nos pedirán  rescate   por alguno de nuestros parientes.

Y no es que dudemos de que sean o no í­ntegros, si se sabe que los malos han sido capaces de  amenazar con asesinar  a las vendedoras de tortillas  si no les entregan el dinero   que les piden.

Como si no fuera suficiente el alto costo de la vida para que  aún nos vengan a aterrorizar pidiéndonos entregar lo poco que ganamos  luego de arduas horas de trabajo. O peor aún nos asesinen impunemente.