La producción reflexiva expresada a través de documentos (en este caso de revistas) por parte de las universidades no es que sea abrumadora en nuestro medio. Son raras las universidades que piden a sus profesores que trasciendan los salones de clases y propongan una reflexión crítica, interesante, novedosa o creativa en los campos a los que se dedican los catedráticos. La mayor parte, por diversas razones que resultaría interesante meditar, se dedica exclusivamente a la transmisión de conocimiento, disminuyendo así a la mínima expresión un recurso que bien valdría la pena explotar.
La responsabilidad quizá es un poco de todos. Los profesores se llegan a oxidar de tanto dar clases y de esta forma obligarlos a producir artículos, ensayos o, más aún, libros, resulta una tarea casi imposible. Los genios didácticos (eso son la mayoría, me parece) se especializan en hablar, exponer ideas y propiciar una reflexión de salón, pero de eso a escribir hay un gran trecho. Con el tiempo se pierde la habilidad (esa que quizá muchos tuvieron) y la atrofia llega puntual. Algunos pueden tener dificultad incluso hasta para redactar un simple informe en una hoja.
Pero, además, los profesores no siempre tienen todo el tiempo del mundo para dedicarse a ese oficio casi de desempleados que es el de escribir. Atareados, para sobrevivir, ya se sabe, tienen que correr de una universidad hacia otra y así las musas se escapan, no llegan, desaparecen y sin éstas no hay nada que hacer. Imposible pensar que un asalariado apaleado semanalmente en los salones de clase pueda dedicarse a escribir algo serio. Al final del día lo más recomendable es ver televisión, jugar con los niños y antes de apagar la luz redescubrir a la propia mujer, para, al siguiente día (como Sísifo), empezar de nuevo.
Las universidades por su parte (hablo de las nuestras) no siempre le dan importancia a la escritura. Algunas son maquilas del saber: tienen obreros asalariados, un mercado en los estudiantes y producen títulos y profesionales a granel. ¿Y la calidad? Esa no importa, lo bueno es que los jóvenes paguen a tiempo y estén discretamente contentos, entretenidos. El interés en los profesores es casi nulo, están por contratos y se paga a destajo: si vienen ganan, si no, no.
De ese modo, las revistas en las universidades son una especie de rara avis cuyo descubrimiento asombra a propios y extraños. Es decir, lo que debería ser una cosa natural, propia de la naturaleza de la institución, se vuelve una joya preciada por ser prácticamente pieza de colección. ¿Se debe esto a la falta de recursos? ¿Es parte de nuestro subdesarrollo sempiterno? Me temo que quizá, no.
La Universidad Rafael Landívar tiene una cierta producción literaria en cada una de sus facultades que data desde prácticamente su fundación. Quizá no siempre ha sido tan abundante y ha variado en el tiempo dependiendo de las autoridades de turno, pero la materialización de revistas de carácter académico y de centros de investigación ha sido una preocupación que sin duda ha estado ligada a la naturaleza jesuítica de la universidad. Una prueba de ello lo constituye esta revista y otras más publicadas el año pasado, 2007.
La revista que ahora se presenta ha sido publicada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Landívar con el apoyo de personas (sus autoridades) enamoradas por la filosofía y la literatura. ¿Quiénes han sido? Hay varios nombres que sería una injusticia no recordar por el entusiasmo puesto en esta producción: Ricardo Lima decano de la Facultad, Ernesto Loukota director del Departamento de Letras y Filosofía y Eugenia Del Carmen Cuadra encargada de postgrados y maestrías, entre otras.
Pero si las autoridades mencionadas tienen mérito por la idea y el impulso dado al proyecto, no lo tienen menos los autores de las «travesías». Entre éstos encontramos a profesores que desde hace algún tiempo (sin tener muchos años de edad la mayor parte), con seriedad, se han dedicado a la docencia, al estudio disciplinado y a la investigación. ¿Nombres? Por el lado de la filosofía sobresalen: Erick Byrne, Gustavo Sánchez Zepeda, Juan Alfredo Blanco, Marlon Urízar, Miguel Flores Castellanos y el estudiante Juan Carlos Morales Pérez. En la reflexión literaria los autores son: Ernesto Loukota Soler, Jorge Carro, Hilma Schmooch, Elsie Johnston y los estudiantes Luis Oswaldo Asturias Guzmán y íngel López Santizo, entre otros.
La revista no tiene un solo hilo conductor. Los autores proponen reflexiones de distinta índole que el lector puede usar como le guste o convenga. En el ámbito de la filosofía, para poner un ejemplo, hay reflexiones desde un análisis crítico al «Manual de Hermenéutica» del P. Gallo escrito por Erick Byrne, pasando por los filósofos españoles del siglo XX, la crítica de la razón pura (Kant), la libertad y estado en Spinoza, hasta llegar a la apocalíptica filosófica actual. Aquí el lector puede calibrar sus gustos, intereses e incluso rechazar aquello que le parece anodino y sin gracia.
El texto puede ser un buen pretexto para escapar del mundanal ruido y refugiarse en la lectura inteligente. ¿No le gusta la filosofía? No se preocupe, para usted hay también un estudio sobre la tradición oral y el cuento infantil en Guatemala, hay poesías y si es más exigente, análisis literarios. Hay, por ejemplo, una crítica al «Otoño del Patriarca» de Gabriel García Márquez, otro al «Yo Supremo» de Augusto Roa Bastos, otro a «El recurso del método» de Alejo Carpentier y otro a «La fiesta del Chivo» de Mario Vargas Llosa.
Un artículo que me ha gustado mucho es ese que lleva por título «Filósofos españoles del siglo XX: Unamuno, Ortega y García Bacca». Es muy ilustrativo para comprender la originalidad de la filosofía española de los últimos tiempos (del siglo pasado) y su influencia en el pensamiento latinoamericano. El artículo me gusta también por la brevedad, la claridad, la concisión, pero sobre todo, para qué voy a negarlo, me encanta porque fue escrito por su servidor.
Puede solicitar un ejemplar de la revista en la Facultad de Humanidades de la Universidad, consultarlo en la biblioteca o esperar su aparición muy próximamente por Internet.