Travesí­as filosóficas y literarias


La producción reflexiva expresada a través de documentos (en este caso de revistas) por parte de las universidades no es que sea abrumadora en nuestro medio. Son raras las universidades que piden a sus profesores que trasciendan los salones de clases y propongan una reflexión crí­tica, interesante, novedosa o creativa en los campos a los que se dedican los catedráticos. La mayor parte, por diversas razones que resultarí­a interesante meditar, se dedica exclusivamente a la transmisión de conocimiento, disminuyendo así­ a la mí­nima expresión un recurso que bien valdrí­a la pena explotar.

Eduardo Blandón

La responsabilidad quizá es un poco de todos. Los profesores se llegan a oxidar de tanto dar clases y de esta forma obligarlos a producir artí­culos, ensayos o, más aún, libros, resulta una tarea casi imposible. Los genios didácticos (eso son la mayorí­a, me parece) se especializan en hablar, exponer ideas y propiciar una reflexión de salón, pero de eso a escribir hay un gran trecho. Con el tiempo se pierde la habilidad (esa que quizá muchos tuvieron) y la atrofia llega puntual. Algunos pueden tener dificultad incluso hasta para redactar un simple informe en una hoja.

Pero, además, los profesores no siempre tienen todo el tiempo del mundo para dedicarse a ese oficio casi de desempleados que es el de escribir. Atareados, para sobrevivir, ya se sabe, tienen que correr de una universidad hacia otra y así­ las musas se escapan, no llegan, desaparecen y sin éstas no hay nada que hacer. Imposible pensar que un asalariado apaleado semanalmente en los salones de clase pueda dedicarse a escribir algo serio. Al final del dí­a lo más recomendable es ver televisión, jugar con los niños y antes de apagar la luz redescubrir a la propia mujer, para, al siguiente dí­a (como Sí­sifo), empezar de nuevo.

Las universidades por su parte (hablo de las nuestras) no siempre le dan importancia a la escritura. Algunas son maquilas del saber: tienen obreros asalariados, un mercado en los estudiantes y producen tí­tulos y profesionales a granel. ¿Y la calidad? Esa no importa, lo bueno es que los jóvenes paguen a tiempo y estén discretamente contentos, entretenidos. El interés en los profesores es casi nulo, están por contratos y se paga a destajo: si vienen ganan, si no, no.

De ese modo, las revistas en las universidades son una especie de rara avis cuyo descubrimiento asombra a propios y extraños. Es decir, lo que deberí­a ser una cosa natural, propia de la naturaleza de la institución, se vuelve una joya preciada por ser prácticamente pieza de colección. ¿Se debe esto a la falta de recursos? ¿Es parte de nuestro subdesarrollo sempiterno? Me temo que quizá, no.

La Universidad Rafael Landí­var tiene una cierta producción literaria en cada una de sus facultades que data desde prácticamente su fundación. Quizá no siempre ha sido tan abundante y ha variado en el tiempo dependiendo de las autoridades de turno, pero la materialización de revistas de carácter académico y de centros de investigación ha sido una preocupación que sin duda ha estado ligada a la naturaleza jesuí­tica de la universidad. Una prueba de ello lo constituye esta revista y otras más publicadas el año pasado, 2007.

La revista que ahora se presenta ha sido publicada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Landí­var con el apoyo de personas (sus autoridades) enamoradas por la filosofí­a y la literatura. ¿Quiénes han sido? Hay varios nombres que serí­a una injusticia no recordar por el entusiasmo puesto en esta producción: Ricardo Lima decano de la Facultad, Ernesto Loukota director del Departamento de Letras y Filosofí­a y Eugenia Del Carmen Cuadra encargada de postgrados y maestrí­as, entre otras.

Pero si las autoridades mencionadas tienen mérito por la idea y el impulso dado al proyecto, no lo tienen menos los autores de las «travesí­as». Entre éstos encontramos a profesores que desde hace algún tiempo (sin tener muchos años de edad la mayor parte), con seriedad, se han dedicado a la docencia, al estudio disciplinado y a la investigación. ¿Nombres? Por el lado de la filosofí­a sobresalen: Erick Byrne, Gustavo Sánchez Zepeda, Juan Alfredo Blanco, Marlon Urí­zar, Miguel Flores Castellanos y el estudiante Juan Carlos Morales Pérez. En la reflexión literaria los autores son: Ernesto Loukota Soler, Jorge Carro, Hilma Schmooch, Elsie Johnston y los estudiantes Luis Oswaldo Asturias Guzmán y íngel López Santizo, entre otros.

La revista no tiene un solo hilo conductor. Los autores proponen reflexiones de distinta í­ndole que el lector puede usar como le guste o convenga. En el ámbito de la filosofí­a, para poner un ejemplo, hay reflexiones desde un análisis crí­tico al «Manual de Hermenéutica» del P. Gallo escrito por Erick Byrne, pasando por los filósofos españoles del siglo XX, la crí­tica de la razón pura (Kant), la libertad y estado en Spinoza, hasta llegar a la apocalí­ptica filosófica actual. Aquí­ el lector puede calibrar sus gustos, intereses e incluso rechazar aquello que le parece anodino y sin gracia.

El texto puede ser un buen pretexto para escapar del mundanal ruido y refugiarse en la lectura inteligente. ¿No le gusta la filosofí­a? No se preocupe, para usted hay también un estudio sobre la tradición oral y el cuento infantil en Guatemala, hay poesí­as y si es más exigente, análisis literarios. Hay, por ejemplo, una crí­tica al «Otoño del Patriarca» de Gabriel Garcí­a Márquez, otro al «Yo Supremo» de Augusto Roa Bastos, otro a «El recurso del método» de Alejo Carpentier y otro a «La fiesta del Chivo» de Mario Vargas Llosa.

Un artí­culo que me ha gustado mucho es ese que lleva por tí­tulo «Filósofos españoles del siglo XX: Unamuno, Ortega y Garcí­a Bacca». Es muy ilustrativo para comprender la originalidad de la filosofí­a española de los últimos tiempos (del siglo pasado) y su influencia en el pensamiento latinoamericano. El artí­culo me gusta también por la brevedad, la claridad, la concisión, pero sobre todo, para qué voy a negarlo, me encanta porque fue escrito por su servidor.

Puede solicitar un ejemplar de la revista en la Facultad de Humanidades de la Universidad, consultarlo en la biblioteca o esperar su aparición muy próximamente por Internet.