Tratando de entender el horizonte electoral


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Quisiera partir enfatizando que en Guatemala, al día de hoy, nadie puede ser exitoso en política sin ensuciarse las manos porque aquel que quiere alcanzar el poder tiene que vender su alma al diablo y aceptar el mantenimiento de influencias, privilegios, concesiones y contratos, para aquellos que financian las campañas.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Digo lo anterior para que no creamos que dependiendo quién resulte ganador el país estará mejor o peor, ya que solo dependerá de las preferencias o antipatías de cada quien, pero el resultado para Guatemala y su gente será el mismo, es decir, seguiremos siendo parte de un sistema totalmente secuestrado, corrupto y básicamente fallido.

Para el voto rural tenemos dos actores fijos y dependiendo que pase el 23 de junio en Nueva York, podemos decir que tendremos un tercero. Manuel Baldizón, Sandra Torres y Alfonso Portillo se perfilan como las personas con un discurso diseñado para capitalizar el voto de los más necesitados y marginados. Los primeros dos como candidatos a la Presidencia, Portillo tendría que buscar otro cargo, una diputación quizá.

Para el voto urbano, la única opción parece ser Alejandro Sinibaldi quien tiene a su servicio todo el aparato estatal y le será más fácil pactar con las cúpulas de poder; además, Roberto González tiene más chance para la alcaldía de la capital y Roberto Alejos, ahora que su hermano está bajo asedio y a pesar del dinero que tienen para meter en la campaña, tiene aún más difícil levantar su perfil para ser considerado un contendiente a tomar en serio.

Hace años en Guatemala que los empresarios llamados «tradicionales» están muy fraccionados y preocupados porque ya no son, como antes, jugadores capaces de inclinar la balanza tal y como ellos estimen más apropiado. Los empresarios «emergentes»  han pasado a ser elementos que llenan las necesidades que no satisfacen los de siempre. Ambos, por medio del financiamiento, persiguen lo dicho en el primer párrafo de este artículo.

Todos los candidatos tienen un gran techo de vidrio. Baldizón hace agua cada vez que puede, en la capital y sobretodo con los “tradicionales”, pues su poca seriedad le genera anticuerpos capaces de hacer que éstos ahora vean con mejores ojos la candidatura de Torres y se terminen mostrando complacientes con ésta. Queda por ver si la apuesta es solo para restarle votos a Baldizón o si ella será su caballo ganador dado los problemas del oficialismo.

Y por esos problemas me refiero a que aún está por verse si el romance momentáneo de la Vicepresidenta con Sinibaldi es con miras a pretender ganar o para enterrar de una vez por todas a éste como político. Por lo visto en la campaña a la alcaldía, a pesar del dinero, el Ministro no es un candidato natural y si a eso le sumamos que el control del partido lo tiene Baldetti (los diputados serán de ella) y que el oficialismo nunca ha repetido en esta «era democrática», queda ahí una gran interrogante dado que perder de nuevo puede suponer el fin de la carrera política de Sinibaldi.

A todo lo anterior, hay que sumar la gran incertidumbre que generará la manoseada elección del Fiscal General, porque el Ministerio Público puede llegar a ser un instrumento por medio del cual se evite la participación de algún actor y solo quedaría pendiente definir quién sería, lo que se definiría en base a los acuerdos que los contendientes llegaren a alcanzar con los gobernantes de turno. Creo que todos podrían tener motivos para que se inicie una causa penal, y solo dependería de quién filtre la información, tal y como pasó con Portillo.

Lo cierto del caso es que nosotros, los electores, vivimos engañados pensando que dependiendo quién gane, las cosas irán mejor o peor y estamos terriblemente equivocados. Ya llevamos años de que en Guatemala debamos escoger si preferimos morirnos a cuchilladas o a balazos pero lo cierto es que nos vamos a morir porque nuestro sistema está secuestrado por el financiamiento y sus actores, que son parte esencial para perpetuar la porquería y la corrupción.