Expertos internacionales trataban ayer de impedir que el incendio en un arsenal alcanzara un segundo depósito de armas en la capital de la República del Congo, un día después que el siniestro desencadenó una serie de explosiones tan violentas que derrumbaron edificios, mataron a cientos de personas y dejaron atrapadas a muchas otras debajo de los escombros.
Detonaciones menores seguían conmoviendo Brazzaville, aunque las explosiones no fueron tan intensas como las que sacudieron la ciudad el domingo, cuando provocaron que varios edificios colapsaron e hicieron añicos las ventanas en un radio de 5 kilómetros (3 millas) del arsenal.
Las casas temblaron hasta el sur del país y del otro lado del río en el corazón de Kinshasa, la capital de la vecina República Democrática del Congo.
«Por ahora hay expertos rusos, franceses y congoleños en el terreno que están tratando de apagar las llamas. Su objetivo es impedir que el fuego alcance un segundo depósito con armas todavía más pesadas», informó Delphin Kibakidi, vocero de la filial local de la Cruz Roja.
No estaba claro a qué distancia se encontraba el segundo arsenal, y algunos funcionarios dijeron que estaba situado en el mismo complejo de cuarteles del ejército. Una multitud se congregó frente a la morgue municipal, donde junto con un hospital cercano habían registrado 206 muertes después de la primera explosión el domingo.
En un lapso de dos horas el lunes, otros siete cadáveres llegaron a la morgue para elevar el total de muertos comprobados a 213. Se prevé que la cifra subirá cuando las cuadrillas de rescate empiecen a despejar los escombros de los edificios, entre ellos la iglesia católica de San Luis, donde decenas de feligreses asistían a misa el domingo cuando el edificio se desplomó.