Trata de personas


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La cotidianidad en el país nos mantiene en vilo, con el Estado furibundo a cuestas, sin la menor esperanza de alivio, mucho menos de solución definitiva. Las expectativas se encuentran en el filo de la navaja, ante nuevos sucesos fuera de la normalidad. Que dejan impresiones marcadas a semejanza de hierro candente, difícil puedan apacientar el ánimo algún día.

Juan de Dios Rojas


Ya con esa reiteración calcinante, al rojo vivo de verdad, todo parece indicar que la cultura de la violencia y delincuencia, apoderada está del conglomerado generacional diverso. Por igual, niños, jóvenes, adultos y ancianos sienten un excesivo peso que conduce por consiguiente al desbarajuste total. Cada día, otro y otro, se pierde la cuenta de lo acontecido.

Hace tiempo tuvo inicio cruel y despiadado al principio, empero con el paso de cromos adquirió dimensiones tremendas, según dan a conocer los medios de comunicación social, en primera plana y a todo color. Me refiero a la trata de personas, cuyo estigma cubre varios departamentos, entre ellos: Escuintla, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango, Quiché, San Marcos y Petén.

En resumen, abarca mediante un abanico maligno todas las regiones del territorio patrio irredento. A semejanza de una de las históricas plagas de Egipto, compendiadas en relatos bíblicos de uno de sus testamentos trascendentales. El acontecimiento en mención sobrepasa cualquier cálculo, dadas las condiciones que atacan en directo a las personas, distantes de consideración.

Cuando es objeto de tal delito de lesa humanidad, las cosas se elevan hasta extremos inauditos, censurables y dignos en el acto de castigo, al tenor de la ley. Sobrecoge los ánimos este caso de irrespeto, repito, a la dignidad de los seres humanos, en picada los valores que merecen siempre, por siempre jamás un sitio de privilegio, a modo de una exaltación propicia per sécula.

Es la humillación más grande que reciben las féminas sobre todo, a título de mercancía sexual bajo poderoso caballero don dinero; dinero mal habido en virtud que comenten el peor de los calificativos. En pocas palabras el comercio sexual a cualquier precio, provoca la consiguiente pérdida de la autoestima, conformante de mayor crisis agobiante y despiadada siempre.

Empero es, además, imposible querer tapar el sol con un dedo; la degeneración en marcha de vencedores por lo visto, tiene seguidores al instante, ajeno al hecho que campañas encaminadas a su combate alcancen su cometido pronto. Las raíces profundas ganan espacio dominante, por lo tanto y entonces la lucha lleva desventajas en su favor. ¡Cuánto cambio negativo nos asume!

El problema aludido en estos renglones, todos sabemos no es nada nuevo; sin embargo, ahora de un impulso tremebundo y sorprendente que sobrepasa lo anterior. El panorama al respecto, pinta sin entretelones, otra realidad amarga que pone los pelos de punta y mueve a la desconfianza, tristeza y pesadumbre, dado que perdemos siempre mucho más que lo ganado.