Tras las huellas del agua


Vista del despegue del satélite SMOS, que sondeará por el agua de la Tierra. FOTO LA HORA: AFP STEPHANE CORVAJA

El satélite europeo SMOS, lanzado con éxito el lunes desde la base espacial rusa de Plessetsk por un cohete Rockot, debe medir la humedad de los suelos y la salinidad de los océanos terrestres con el fin de comprender mejor los cambios climáticos.


Junto al SMOS (Soil Moisture and Ocean Salinity), el cohete Rockot puso en órbita el mini satélite Proba-2, destinado a probar nuevas tecnologí­as espaciales y a observar el Sol, indicó la Agencia Espacial Europea (AEE), que se congratuló del éxito de los dos lanzamientos.

«El agua en los suelos y la sal en los océanos» son dos variantes clave ligadas al ciclo del agua en la Tierra, «con un impacto en la meteorologí­a y el clima», explicó la AEE, insistiendo en el hecho de que SMOS permitirá hacer mediciones globales para todo el planeta.

«El recalentamiento climático es un hecho», pero sus consecuencias en el ciclo del agua (lluvias, evaporación, chorreo, infiltraciones en el suelo, almacenamiento…) «son inciertas», indicó Yann Kerr, responsable cientí­fico de la misión SMOS en el Centro de Estudios Espaciales de la Bioesfera (CESBIO).

Por eso es necesario tener «mejores datos» para que se puedan construir modelos climáticos fiables, agregó.

Para el impacto de cambio del clima en una región precisa del globo, la «disponibilidad de agua contribuye en forma más importante que la temperatura», afirmó.

La estimación del contenido en agua de los suelos, en la «zona de las raí­ces», se considera esencial para mejorar las previsiones meteorológicas y anticipar los riesgos de inundaciones, sequí­as u olas de calor.

Los datos de SMOS permitirán establecer mapas de la humedad del suelo con una resolución promedio de 43 km.

Desde su órbita polar, a unos 758 km de altitud, el satélite SMOS va a barrer la totalidad de la superficie del globo cada tres dí­as.

SMOS debe también medir las variaciones de la sal en el agua superficial de los océanos que influye en la circulación global del agua en la superficie del globo.

El movimiento de hundimiento del agua frí­a y densa y de subida del agua caliente, comparado a una gigantesca cinta transportadora oceánica, regula el clima del planeta.

Un enlentecimiento de esta ronda de aguas, que tardan hasta mil años antes de volver a su punto de partida, puede repercutir en el clima.

La salinidad promedio de los océanos corresponde a 35 gramos de sal por litro de agua. SMOS, acumulando datos de 30 dí­as, podrá detectar el contenido de sal en un litro de agua con una aproximación de un décimo de gramo.

Los datos de SMOS serán explotados por la meteorologí­a. Los agricultores, los pescadores y los navegantes figuran entre los utilizadores potenciales.

Gracias a 69 antenas pequeñas distribuidas en tres brazos, SMOS, que embarcó un nuevo instrumento, el radiómetro de imagen MIRAS, medirá en la superficie terrestre la radiación en una longitud de onda de 21 centí­metros. La energí­a de esas microondas puede variar en función de la humedad y de la salinidad del agua.

SMOS, cuyo costo es de 315 millones de euros, forma parte de un programa de observación de la Tierra que asocia a la AEE con las agencias espaciales francesa (CNES) y española (CDTI).

El primer satélite, el GOCE, lanzado en marzo, mide la gravedad terrestre para ayudar a prever los seí­smos y conocer las corrientes oceánicas.

En febrero próximo se lanzará el satélite Cryosat 2 para medir el espesor de los hielos marinos.