Tras las huellas de Chimalapa


Hugo Leonel Ruano

De acuerdo a varias fuentes, el asiento original de Chimalapa (es decir, lo que hoy denominamos cabecera, no la jurisdicción) no es el mismo que tuvo de 1755 en adelante. O dicho en otras palabras, el asentamiento de la cabecera municipal de Cabañas hoy, es distinto del que tuvo su antecesor. Chimalapa se movió hacia otro lugar. ¿Qué prueba ofrecemos para aseverar tan no solamente importante sino trascendental afirmación?


En 1755, autoridades de San Cristóbal Acasaguastlán («Alcaldes Regidores Principales» según el original), en representación de los habitantes de ese lugar, dirigieron un memorial a Su Majestad en el que exponen varios hechos relacionados con los chimalapenses; se quejan, principalmente, de que éstos solicitan un ejido ubicado en la rivera del rí­o Chimalapa, en detrimento de aquéllos (ver AGCA. AI. Leg 6032 Exp. 53199 Fol. 42, año 1755).

Los chimalapenses deseaban una vega a orillas del rí­o Chimalapa, hoy El Tambor, vega que los otros afirman poseí­an desde mucho tiempo atrás y que habí­a sido adquirida de buena fe, por lo cual se consideraban legí­timos dueños, de acuerdo al documento de marras.

Los habitantes de San Cristóbal se lamentan de la ingratitud de los chimalapenses, quienes no agradecen que aquéllos los hayan ayudado en los momentos de aflicción por la mala fortuna que les tocó vivir. Y aquí­ es donde viene lo importante: afirman que «con una grave enfermedad que hubo en dicho pueblo se aniquilaron, y perecieron, y por haberse discurrido que su sitio era enfermizo, con aquellas diligencias que debieron (sic) preceder, transplantamos nosotros dicho pueblo al lugar donde hoy se mantiene».

La frase textual es contundente. Chimalapa, entonces, hubo de cambiar de asentamiento del sitio original al nuevo, que es donde hoy se encuentra instalado Cabañas. En este nuevo sitio, la contribución de los vecinos del otro lado del rí­o Motagua fue muy importante: primeramente, el aporte de más de 50 familias, y además construyeron ahí­ la iglesia, casa para el cura, y otras casas para aquellos valientes que decidieron mudarse. Ahí­ también tendrí­an la posesión de un regadí­o que consideraban suficiente para satisfacer las necesidades no solamente de los valientes sino hasta de mil o más familias, según el documento ya citado. No contentos con afirmar lo anterior, piden a Su Majestad que certifique la veracidad de sus afirmaciones.

Llama la atención la causa del traslado: la enfermedad, que aniquiló a la mayorí­a de la población. El documento no aclara qué tipo de enfermedad fue (por lo demás, no era esa su intención). En el Cabañas actual (2006) todaví­a existe una tradición oral que habla de «la peste», enfermedad del pasado no identificado que diezmó a la población. Por tal razón, un área contigua al casco municipal y ubicado en el poniente de él, recibe el nombre de «Cementerio La Peste». La coincidencia es sugerente, aunque este lugar queda lejos, relativamente hablando, del asentamiento original, el cual el IDAEH identifica como tal.

Los chimalapenses argumentaron que les escaseaba el agua para sus regadí­os. Es interesante comprobar cuáles eran los productos agrí­colas de entonces: milpas, plátanos, cañaverales. Según los de San Cristóbal, esta producción era abundante «como es público y notorio lo mucho que disfrutan».

Muy interesante, los cristobalenses señalan como mojón «un paraje nombrado La Puente», mojón que divide las tierras de unos y de otros. Dicho paraje, hoy la Aldea La Puente, la primera que el visitante atraviesa cuando ingresa por el poniente, existí­a ya desde entonces, según lo permite comprobar este documento.

¿Cuál es la ubicación de la vega o ejido que los habitantes de San Sebastián Chimalapa pretendí­an, según el tenor del documento que hemos venido comentando, y al que los cristobalenses de aquellos lejanos tiempos se oponí­an con tanta firmeza? El documento no lo dice de manera inequí­voca. Si estaba ubicada en el lado poniente del actual rí­o El Tambor, quedarí­a en jurisdicción de la actual Aldea El Tambor, dependiente de El Jí­caro, y muy próxima a San Cristóbal, rí­o Motagua de por medio. Si, en cambio, estuviese ubicada en el lado oriente, quedarí­a próxima a La Puente, lo cual encaja en el espí­ritu del documento, aunque quedarí­a más distante de San Cristóbal. En ambos casos, los cristobalenses tendrí­an posesiones más allá del rí­o Motagua (rí­o Grande lo llamaban por aquellos tiempos), lo cual sugiere una situación de cierta preponderancia y ventaja respecto del antiguo Chimalapa. Hay que tomar en cuenta que Chimalapa estarí­a más próxima a El Tambor de lo que estarí­a San Cristóbal, en términos de distancia fí­sica.

Si, como el documento parece sugerir, la ubicación de dicha vega corresponderí­a a algún lugar al oriente del actual rí­o El Tambor, la pretensión de los antiguos chimalapenses no parece insensata, más allá de los derechos de propiedad. Queda dentro de lo que hoy en dí­a es la jurisdicción de Cabañas, Zacapa. Por lo tanto, los chimalapenses estaban en clara desventaja.

¿Cuál fue el resultado de esta disputa que hubo de llegar hasta los oí­dos de Su Majestad? ¿Quién, finalmente, se quedó con el usufructo del ejido? Estas son preguntas para la historia, pendientes aún de respuesta.