Tras la euforia, penurias


Son polos opuestos, pero dura realidad. Después de los festejos pascuales y Año Nuevo, sobrevienen preocupaciones a granel para padres de familia. Deben hacer frente, aunque tronándose los dedos a gastos de inscripción estudiantil de sus hijos. Además, textos, útiles escolares, uniformes y cuanto ahora exigen.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

La condición general de pecar de imprevistos, al sector en mención, les toma siempre viendo al cielo estrellado. ¿Cuánto los connacionales dejaremos de repetir la misma historia? Visto está con qué facilidad caemos en el derroche, ajenos al mañana; cuanto llega a las manos, a echar la casa por la ventana.

Hasta lideramos todo cambio conductual que se dirige a conseguir lo que nos proponemos en nuestro medio. Excepto si es referente a modificar algunas cosas de provecho. Tal el caso de arribar al mes de enero con los presupuestos familiares a cero. Tras las sacudidas similares a ventiscas en diciembre responsables del desbarajuste.

Aunque nos parezca injusto del todo y rabiemos por las alzas continuas de productos, bienes y servicios. En el sistema educativo nacional, incluso el sector oficial, existen gastos y pagos. Dejan con la boca abierta a papás y mamás el sinnúmero de renglones financieros, obligados a cubrir. De lo contrario no son inscritos los hijos o las hijas.

Llama la atención el hecho que hoy en dí­a las exigencias abundan en esos establecimientos escolares de todos los niveles. Que no resulten, a modo de deleznable argumento, que la gratituidad en la enseñanza oficial, sí­ requiere de colaboración. También allí­ aflora el fenómeno arrasador de generar mayores desembolsos.

Y si en los establecimientos de enseñanza oficial ahora no se tientan el alma para exigir una etcétera de pagos, con mayor notoriedad ocurre en el sector privado. Semeja al dicho de que se paga por ver, o entrar a ver. Cierto es que hay honrosas excepciones, sin embargo, el resto se las saben todas.

Tocante al aspecto económico que deberí­a implicar una evidente calidad, las cosas caminan distantes de ello. Empero las listas kilométricas de útiles y restantes insumos, a precio de oro, dan a los padres de familia un sabor amargo. No obstante, hacen cualquier esfuerzo y sacrificio para inscribirlos.

Esas trabas empujan al final de cuentas, que sí­ del gran capital, a la deserción escolar, tema candente y reiterativo año con año. Por más que se diga a los cuatro vientos que la cobertura oficial llega a lugares nunca antes atendidos, cabe el beneficio de la duda.

También se dice a todo pulmón en la propaganda gubernamental, sobre todo en los medios televisivos, en torno a los logros del Mineduc, que de cada diez guatemaltecos, tres son analfabetos. Solamente con la modalidad masiva, la alfabetización puede alcanzar su finalidad.

Sin embargo y pese a tantí­sima penuria del ya aludido sector de padres de familia, las hojas del calendario van arrancándose a ritmo veloz. Eso mismo significa para ellos un sinfí­n de apuros. No cabe eso de lo toma o lo deja.

Insisto en comentar esa situación crí­tica que preocupa grandemente a nuestros connacionales con sobrada razón. Es compromiso ante los hijos por dejarles la mejor herencia. Y por otra parte, a propósito de satisfacer su deber, hacen cuanto esté a su alcance.