Tras ataques en Bombay, peligra relación entre India y Pakistán


Escolares de la India marchan con flores y candelas en memoria de las personas fallecidas por los ataques en Bombay. Foto AFP Sajjad  Hussain

India advirtió hoy que los atentados de Bombay asestaron un «duro golpe» a las relaciones con Pakistán, mientras Estados Unidos pedí­a a Islamabad su total cooperación en la investigación de los ataques, que apunta hacia un grupo islamista con base en Pakistán.


«Lo ocurrido representa un duro golpe para el proceso de normalización de las relaciones y de las medidas de establecimiento de la confianza con Pakistán», declaró el ministro de Estado indio de Relaciones Exteriores, Anand Sharma.

Los terroristas que perpetraron los atentados coordinados de Bombay que dejaron al menos 172 muertos, «eran todos de Pakistán», declaró Sharma, insistiendo en que el gobierno de Islamabad deberí­a actuar para impedir que su territorio sea utilizado para lanzar ataques contra India.

Esta advertencia, la más grave lanzada hasta ahora por India, tiene lugar mientras el presidente saliente de Estados Unidos, George W. Bush, enví­a a su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que el miércoles irá a Nueva Delhi.

Rice viajó hoy a Londres para reunirse con dirigentes británicos, que mantienen estrechas relaciones con India y Pakistán, las dos potencias nucleares del subcontinente indio.

«No quiero sacar conclusiones apresuradas al respecto, pero estoy convencida de que ha llegado la hora de una transparencia y una cooperación completas, absolutas y totales. Y es lo que esperamos», declaró a la prensa la jefa de la diplomacia estadounidense en relación al gobierno paquistaní­.

India y Pakistán, paí­ses limí­trofes, se han enfrentado en tres guerras y estuvieron a punto de emprender una cuarta en 2001 a raí­z de un atentado contra el Parlamento indio atribuido a Lashkar-e-Taiba (Ejército de los piadosos), un grupo basado en Pakistán y activo en Cachemira, sobre el que pesan ahora sospechas de los ataques de Bombay.

Pakistán ha negado toda implicación en estos atentados, que dejaron más de 170 muertos -unos 30 de ellos extranjeros, incluida una mexicana- y su presidente, Asif Ali Zardari, llamó a India a no «exagerar».

Los ataques se produjeron en la principal estación de trenes de Bombay, en un conocido restaurante, en dos hoteles de lujo, el Taj Mahal y el Oberoi y en el Centro Cultural judí­o.

El único superviviente identificado entre los asaltantes, Ajmal Amir Kamal, de 21 años, capturado e interrogado por las fuerzas de seguridad, declaró a los investigadores que todos eran paquistaní­es entrenados por Lashkar-e-Taiba, según la prensa india que citaba a los servicios de información.

Nueva Delhi estudia la posibilidad de suspender el proceso de paz con Islamabad a raí­z de los atentados, informó ayer la agencia de noticias PTI, citando a fuentes según las cuales «en los próximos dí­as se celebrarán una serie de encuentros de alto nivel para tomar una decisión».

El jefe del gobierno local del Estado indio de Maharashtra -cuya capital es Bombay- afirmó haber presentado su dimisión en un clima de descontento generalizado por los fallos de los servicios de seguridad y de inteligencia.

«Si la responsabilidad por los atentados recae en el ministro jefe del Estado, entonces partiré», afirmó Vilasrao Deshmuj, después de que su adjunto renunciase poco antes.

La ví­ctima de más alto nivel de este fiasco ha sido el ministro indio de Interior, Shivraj Patil, que dimitió ayer. También el poderoso consejero de seguridad nacional se ofreció a renunciar, pero seguramente se mantendrá en el cargo.

Mientras tanto, Bombay comenzaba a volver a la normalidad hoy. Las fuerzas de seguridad devolvieron el control del hotel Taj Mahal a sus propietarios, anunció la compañí­a.

INVESTIGACIONES Sin miedo ni piedad


Los diez autores de los atentados de Bombay aparecen como jóvenes, intrépidos, disciplinados e implacables, según la imagen que se va formando de ellos a partir de las informaciones de la investigación oficial, en contraste con la incompetencia del aparato de seguridad indio.

El jefe de la unidad que puso fin a 60 horas de enfrentamientos consideró que los activistas islamistas nunca tuvieron la intención de mantener a sus rehenes con vida.

«En ningún momento recibimos peticiones (de negociación) por parte de los terroristas», declaró J.K. Dutt, jefe de la Guardia de Seguridad Nacional.

Todos los asesinatos cometidos en el interior de los hoteles Taj Mahal y Oberoi fueron perpetrados antes de que los comandos del ejércitos los tomasen por asalto, aseguró.

También los rehenes retenidos en un centro cultural judí­o de Bombay murieron a manos de sus captores, según las autoridades indias.

Los ataques costaron la vida a 172 personas, unas 30 ellos extranjeros -incluida una mujer mexicana-, según el último balance.

Los gerentes de los dos hoteles afirmaron que ningún aspecto de los atentados habí­a sido dejado al azar.

«Sabí­an lo que hací­an, no llegaron por delante, donde se encontraban todos nuestros dispositivos de seguridad», explicó Ratan Tata, propietario del Taj Mahal al canal de televisión CNN.

Una parte del grupo se habí­a infiltrado en Bombay hací­a un mes para efectuar «misiones de reconocimiento», haciéndose pasar por estudianets, según fuentes en el seno de los servicios de investigación indios.

Otros habrí­an incluso tomado habitaciones en uno o tal vez los dos hoteles atacados y habrí­an colocado armas en el lugar, según la prensa.

El único superviviente identificado, Ajmal Amir Kamal, 21 de años, capturado e interrogado por las fuerzas de seguridad, declaró que el resto de los asaltantes habí­a llegado en barcas neumáticas, procedentes de un barco capturado tras haber matado a su tripulación, según la prensa india que citaba fuentes de los servicios de inteligencia.

Los relatos y las imágenes de los atentados muestran por otra parte la sangre frí­a de los activistas islamistas, que aparecen tranquilos, seguros y concentrados en las grabaciones de las cámaras de seguridad.

En comparación con la eficacia de la ofensiva, el aparato de seguridad indio reaccionó con lentitud e ineficacia. Responsables de la inteligencia y la Defensa israelí­es criticaron la actuación de las fuerzas del orden indias en la toma de rehenes en el centro cultural judí­o.

El ministro indio de Interior dimitió y otros responsables presentaron su renuncia.

La prensa india informó de que entre el inicio de los ataques y la llegada de las fuerzas especiales de la Guardia de Seguridad Nacional pasaron prácticamente diez horas, de las cuales cerca de tres perdidas en desplazar hasta Nueva Delhi el único avión capaz de llevar a Bombay a los 200 hombres necesarios para la operación.

«Su llegada tardí­a permitió a los terroristas instalarse en su posiciones», explicó el general retirado Afsir Karim, ex jefe de un regimiento de paracaidistas, lamentando que las fuerzas especiales sólo estén presentes en la capital.

ANíLISIS Violencia religiosa


Los sangrientos ataques perpetrados en la ciudad india de Bombay por militantes islamistas hicieron resurgir el temor a nuevos enfrentamientos religiosos entre hindúes y musulmanes que utilizan la desconfianza mutua con fines polí­ticos y religiosos.

Las tensiones latentes entre estas dos comunidades, que se incuban desde hace décadas, pueden volver a estallar, en Bombay o en otras regiones del paí­s, en reacción a los dos dí­as y medio de matanza que las autoridades indias han atribuido a extremistas islamistas aliados de Pakistán, declararon miembros de ambos bandos.

La mayorí­a de los hindúes y los musulmanes desean vivir en paz, recalcaron analistas, escritores o simples ciudadanos entrevistados en Bombay.

El escritor musulmán Javed Anand teme sin embargo que grupos de ultraderecha hindúes busquen explotar la implicación de los islamistas en los atentados para atraer votos en las elecciones generales que tendrán lugar antes de mayo.

Una decena de jóvenes fuertemente armados atacaron el miércoles en la noche una docena de sitios en Bombay, abriendo fuego a ciegas y tomando como rehenes a varias personas en dos hoteles de lujo, un hospital, una estación ferroviaria y un centro judí­o.

Uno de los edificios históricos de la capital económica india, el hotel Taj Mahal, sólo pudo ser recuperado por las fuerzas del orden tras dos dí­as y medio de combates. El balance de estos ataques es grave: al menos 172 muertos y 300 heridos.

El primer ministro indio Manmohan Singh acusó a «elementos» en Pakistán de haber organizado los atentados; su viceministro de Interior, Shakeel Ahmad, fue más lejos aún al afirmar hoy en una entrevista con la BBC que todos los asaltantes eran de origen paquistaní­.

El partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP), punta de lanza de la oposición en India, reprocha al gobierno dirigido por el Partido del Congreso de ser demasiado blando con el terrorismo.

Anand, quien es igualmente secretario general del movimiento de los Musulmanes por una Democracia Laica, sospecha que el BJP quiere utilizar los atentados de Bombay para reforzar el prejuicio ya ampliamente difundido entre los hindúes de que «todos los terroristas son musulmanes y todos los musulmanes son aliados de Pakistán».

Basándose en un informe gubernamental de fines de 2006, Anand recuerda que los musulmanes, que representan aproximadamente 13% de los 1.100 millones de indios, vienen muy por detrás de la mayorí­a hindú, e inclusive tras otras minorí­as, en materia de alfabetización, mortalidad infantil y préstamos bancarios.

El jefe de redacción del diario Loksatta, Kumar Ketkar, piensa que «la guerra frí­a entre las dos comunidades en Bombay va a intensificarse».

Ketkar data las tensiones intercomunitarias de la época de la partición de India que siguió a la independencia en 1947 y desembocó en la creación del Estado islámico de Pakistán.

La policí­a investiga la implicación de grupos de ultraderecha hindúes en los recientes ataques contra lugares musulmanes, sobre todo mezquitas, probablemente en represalias por una serie de sangrientos atentados cometidos contra los hindúes y reivindicados por los islamistas.

Ketkar y otros hindúes piensan que la mutua desconfianza entre las dos comunidades religiosas va a ser explotada por el ala derecha de los partidos hindúes en beneficio del BJP.