Argentina esperó casi un cuarto siglo para disputar una final de Copa del Mundo. Mucho tiempo amasado para un país dos veces campeón y cuna de algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos como Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi.
SAO PAULO / AP
Tras eliminar el miércoles a Holanda por penales, con Messi como uno de sus protagonistas, Argentina se las verá ahora con Alemania, un viejo enemigo al que ganó la final de 1986 en México y con el que perdió la de 1990 en Italia, en ambos casos con Maradona en la cancha.
Argentina también alzó el trofeo en 1978 como anfitrión, y perdió ante Uruguay la final de la primera Copa del Mundo en 1930. Alemania fue campeón en tres ocasiones (1954, 1974, 1990).
Además, sobre Argentina recae el peso de evitar que un equipo europeo gane por primera vez un Mundial que se juega en el continente americano.
«Tengo gran admiración por dos países, futbolísticamente hablando, Brasil y Alemania. Alemania, durante toda su historia, siempre ha demostrado un gran poderío físico, un gran poderío táctico», destacó el técnico de Argentina, Alejandro Sabella. «Y cuando ha hecho historia, siempre ha tenido jugadores con cierto tinte latinoamericano».
Alemania aplastó el martes 7-1 a Brasil en la otra semifinal en Belo Horizonte, en una exhibición de poderío nunca antes vista en un partido de la verdeamarela.
«Tenemos una final que afrontar y obviamente que con un día menos de descanso y con un suplementario, y contra un equipo contra Alemania, va a ser difícil», agregó el timonel.
La semifinal ante Holanda tuvo como protagonista a Sergio Romero, quien atajó dos tiros en la definición por penales que Argentina ganó por 4-2. El tiempo reglamentario y el alargue terminaron sin goles.
Romero, más que «Chiquito» como es su apodo, se alzó como un gigante y tapó los penales de Ron Vlaaar y Wesley Sneijder.
Messi, Ezequiel Garay, Sergio Agüero y Maxi Rodríguez marcaron los de Argentina.
«Es suerte, es la realidad. Uno puede ir y no llegar, como le pasó al arquero de ellos», admitió Romero, quien llegó al Mundial envuelto en críticas porque su nivel no era el mejor y además jugaba como suplente en el Mónaco.
Sin embargo, Romero ha sido un muro para la Albiceleste, y apenas recibió tres goles en seis partidos.
«Tenía confianza en mí, gracias a Dios salió bien», apuntó.
En cada una de sus exitosas intervenciones, el arquero se golpeó el pecho y lanzó exclamaciones como «¡Vamos Argentina!».
Con el encuentro acercándose al final, el técnico de Holanda, Louis van Gaal, agotó el último cambio y no envió a la cancha al portero suplente Tim Krul, quien en la ronda anterior frente a Costa Rica entró en el último minuto del alargue y luego atajó dos penales.
El partido fue jugado al centímetro y con abundante marca a presión, de la cual no pudieron escapar ases como Messi y Arjen Robben, quienes de todos modos exhibieron algunos de sus encantos: el argentino habilidad, a la que le sumó trabajo de equipo, y el holandés velocidad y potencia.
«Fue un partido muy duro, muy parejo. Desde el punto de vista de la posesión del balón», señaló Sabella, ayudante de Daniel Passarella en el Mundial de 1998 en Francia. «En cuanto a las oportunidades de gol estuvimos mejor nosotros, generamos las más claras»
Van Gaal se la jugó en la definición con su titular Jaspen Cillessen, quien no detuvo ninguno de los disparos argentinos, aunque en el último de Rodríguez estuvo a punto de tapar la pelota.
Y el entrenador holandés quizás tenga algo que ver en la gesta de Romero, tomando en cuenta que fue quien lo llevó al fútbol europeo cuando entrenaba al AZ Alkmaar de Holanda.
«Los penales siempre son cosa de suerte», apuntó Van Gaal. «Y yo le enseñé a Romero cómo atajar penales, así que duele».
Holanda se quedó nuevamente a la orilla en un Mundial, ya que en su historia disputó tres finales y nunca alzó el trofeo. El sábado enfrentará a Brasil por el tercer lugar, un triste premio de consolación para ambas selecciones.