Para septiembre de 2007, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) se le auguraba un buen inicio de su gobierno al alcanzar, además, la mayoría relativa en el Congreso de la República. A pesar de que no se llegó a la mayoría absoluta, un “pacto legislativo†con la Gran Alianza Nacional (Gana) –segunda fuerza legislativa en las elecciones– le permitiría sumar sus 37 votos para llegar a 88, suficientes para aprobar cualquier ley en tres lecturas.
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El Partido Patriota, para 2007, a pesar de haber sido la segunda fuerza en las Presidenciales, fue relegado al tercer lugar legislativo, debido, sobre todo, a una mejor logística de la Gana en los distritos departamentales.
Hoy, casi cuatro años después, esas bancadas se han reconfigurado. Los Patriotas pasaron de ser la tercera a la primera fuerza legislativa con 37 curules; casi once diputados se le han sumado en el último año.
Por su parte, la UNE perdió su fuerza legislativa y actualmente es el segundo lugar con 34 curules. Desde enero de 2008 ha perdido 17 votos. Mientras que la Gana pasó del segundo al cuarto lugar, teniendo actualmente 15 curules, es decir, que perdió casi el 60 por ciento de su fuerza.
En cambio, el partido Libertad Democrática Renovada (Lider) –que ni siquiera participó en las anteriores elecciones y recientemente fue autorizado como partido–, es ahora la tercera fuerza legislativa con 28 votos.
Si se observa la correlación de fuerzas legislativas, se puede observar que los diputados electos por voto popular se van moviendo, en corrientes de transfuguismo, hacia los partidos que tienen las mejores proyecciones de votos. Los Patriotas, que encabezan las encuestas, obviamente tendrán más diputados, que lejos de trabajar por el partido, buscan una mejor casilla en los listados para los comicios.
Claro está que, como reza el viejo y conocido refrán, “Es mejor ser cabeza de ratón que cola de leónâ€; por ello, muchos diputados emigran a otros partidos porque les ofrecen la primera o segunda casilla en algún distrito. Y muchos prefieren estas primeras posiciones en partidos no tan grandes, en vez de la casilla 8 o 9 de los partidos con mejor intención de voto.
No me cabe duda de que los actuales diputados (y los que alguna vez lo fueron en la era democrática) son tipos muy astutos y saben moverse. Obviamente, no a todos les sale la jugada. Sin embargo, hay otros que conocemos que están vigentes desde hace dos, tres o más períodos, y por lo visto serán electos para uno más.
Lastimosamente, estos movimientos migratorios dentro del Congreso se deben sobre todo a estas cuotas electorales, y no por razones más coherentes, como tener mejores perspectivas de trabajo, o porque se sienten más afines a tal o cual ideología.
Hay casos que son realmente paradigmáticos. Por ejemplo, la que inicialmente era la bancada de Encuentro por Guatemala, que por impulso de la imagen pública de Nineth Montenegro logró colar a otros tres diputados, que, en menos de un año, ya se habían declarado “independientesâ€.
Otro ejemplo, la UCN que alcanzó cinco diputados quedó, a medio período legislativo con cero diputados. Pero hace aproximadamente un mes se conformó de nuevo con seis diputados, quienes, no me cabe duda, estarán encabezando listados distritales.
La Bancada Guatemala, que se formó por diputados disidentes de la Gana, hoy día sólo se conserva como nombre, porque sus trece diputados están postulados para diferentes puestos de elección popular con diferentes partidos.
Sólo la URNG parece ser coherente ya que los dos diputados electos permanecieron fieles a la bancada, lo cual puede indicar que sería el único partido que tiene una ideología clara.
Pero un dato más relevante es el análisis de esos diputados que se declaran “independientesâ€. Aparte de la Bancada Guatemala (que deberían ser tomados como diputados sin filiación partidista), durante el período legislativo se alcanzaron a contar ocho diputados sin bancada, y que en ciertos momentos se mostraban amenazantes y críticos contra el sistema. Hoy día, a las puertas del período electoral, NO HAY UNO SOLO QUE SE DECLARE SIN BANCADA. Como ustedes podrán intuir, todos se integraron ya a un listado distrital para elección.
No es que niegue a las personas el derecho de posicionarse para alcanzar sus objetivos. El problema del transfuguismo es que demuestra que los diputados llegan sin un plan de trabajo, y que los partidos políticos no tienen una agenda legislativa bien definida. Además, evidencia que nuestros partidos políticos se fundan con el único objetivo de postular candidatos, y que carecen totalmente de ideología.
¿Que si es importante la ideología? Claro que sí. Como nos demostró Althusser -reinterpretando a Marx- y posteriormente Zizek, todos tenemos una ideología, la cual no es más que la forma en que imaginamos el funcionamiento de las relaciones políticas, económicas y sociales. No es posible que un diputado se pase de la extrema izquierda a la derecha como cambiarse calcetines. Es tan ridículo como imaginar a un político estadounidense cambiarse del Partido Republicano al Demócrata, o viceversa, sólo porque el otro partido le ofrece una mejor posibilidad electoral.
La solución es muy simple: para poder optar a un cargo de elección popular, el candidato debió haber estado afiliado en el partido al menos por los cuatro años inmediatos anteriores. En caso de reelección de diputados, el candidato debió haber permanecido íntegramente a la bancada del partido que lo postula por los cuatro años inmediatos anteriores.