El llamado “transfugismo” de los diputados no es más que el efecto que tiene en la clase política nuestra legislación electoral. Da rabia ver que los señores diputados se acomoden en el partido que mejores oportunidades les presenta para su reelección con un mejor puesto en los listados por los que votaremos a finales del año entrante, pero no por eso debemos de caer en el error de componer el problema superficialmente prohibiendo por ley el cambio de bancada como muchos abogan hoy en día. Aprobar ese tipo de legislación solo atacaría el efecto y no sus causas.
El cambio de bancada por un diputado no es el problema porque de cualquier manera en una u otra bancada el diputado deshonesto abusará de su poder sin importar a que bandera represente. No es nada raro hoy en día que en la medida que pasan los años del partido de gobierno, su bancada se va debilitando por el mismo desgaste político que cargan una vez hacen gobierno y seguir perteneciendo a un proyecto que ya no es proyecto y que además está totalmente desacreditado vuelve más atractivo gozar de esa luna de miel con el próximo ganador de elecciones. A esos diputados que se viven cambiando de partido por lagartos y a los partidos que aceptan diputados solo por sumar más fuerza política de bloque termina por castigarlos el votante pero lamentablemente el sistema actual hace que el castigo político llegue tarde, mal y nunca.
Es urgente que presionemos a nuestros diputados para que pasemos a un sistema de elección uninominal y esto seguramente resolverá más de la mitad del problema. De hecho los diputados debieran de votar de forma individual en el pleno y no seguir instrucciones de bancada porque esto limita tremendamente el nivel de discusiones y deliberaciones en el ejercicio legislativo. Si los electores escogemos a los señores diputados para que nos representen en el foro en el que se discuten las leyes que rigen el comportamiento de nuestra sociedad debiéramos de poder hacer un análisis personal del representante por elegir, lo que obligaría a los candidatos a presentarnos puntualmente sus proyectos de mejoras y periódicamente los logros o avances sobre lo ofrecido.
Ya no es aceptable hoy en día un “plan de gobierno” que no incluya detalles de las reformas legales necesarias para que salgamos adelante. Mucho interés se le pone hoy al análisis de planes de gobierno que no muestran cambios esenciales y que son liderados básicamente por nefastos políticos de vocación ejecutiva. Lamentablemente para darle cara vuelta a Estados como el nuestro se necesita de un tratamiento de shock a nivel legislativo y este tratamiento solo funciona si el grueso de los cambios fuertes en nuestro sistema se hace en los primeros meses de gobierno.
En fin, tránsfugas existen desde hace mucho tiempo y van a seguir existiendo mientras los incentivos ayuden a la causa. Hoy en día existen tan pocos buenos elementos dispuestos a ocupar los cuadros de partidos políticos que los líderes se ven obligados a llenar los cuadros con personas que sirven al negocio y pagan su ficha sin importar su calidad moral o capacidad. Atrás quedaron los partidos con visión de largo plazo, el plazo ahora es la carrera electoral de cada cuatro años.