Tragaldabas presupuestario


Edgar-Balsells

En la mitología castellana el “tragaldabas” es un monstruo de gran boca, buche y barrigón, que tiene una voracidad insaciable y consume todo lo que anda vivo por allí. Se dice que es capaz de hartarse hasta un Ejército entero, casi sin masticar.

Al tragaldabas se acude en la cotidianidad para asustar niños, al igual que el “crudo” que mencionaba mi abuela paterna, o bien “O papón” de algunas regiones españolas.

Edgar Balsells


Un cuento de la tradición oral por esos lares cuenta que el tragaldabas se mete a lo boca a todo aquel que se le acerque, ya sea nietecitas, molineros, e incluso un rebaño de ovejas, hasta que una hormiguita, que recibe la misma amenaza le replica que le picará el trasero (o se le meterá por él, según distintas versiones) y le hará bailar hasta que expulse a todos los que se ha comido.

El tragaldabas presupuestario chapín es avorazado, con una abultada deuda legal e ilegal, léase esta última la de tipo “flotante”; que pronto será aprobada por los congresistas, por un monto de 3,500 millones de quetzales, que le dará un empujón al déficit fiscal para llegar cerca o sobrepasar el 3 por ciento del Producto.

Miremos otro motivo de avorazamiento: el quebrado sistema de pensiones de los burócratas públicos. Mal pagados, mal motivados y poco capacitados, estos van envejeciendo año con año y su fondo de jubilaciones está llegando ya a niveles inmanejables.

En el Presupuesto para 2013, las denominadas “contribuciones a los trabajadores” ascienden a la friolera de Q.4,955 millones, pero lo más terrorífico de ello es que estos tan sólo contribuyen con el 25 por ciento a dicho fondo, siendo que lo demás debe ser aportado, con dinero fresco, por los contribuyentes.

¿En qué lugar del mundo se ha visto que un fondo de pensión, que va hacia el abismo, con trabajadores de avanzada edad, sea mantenido por la ubre estatal en un 75 por ciento? que, ni modo, se traslada olímpicamente a los contribuyentes.

Y déjeme contarle, estimado lector que no estoy considerando además el sostenimiento del Instituto de Previsión Militar -IPM-, que no se ha recuperado, ni por asomo, de los grandes desfalcos de jerarcas militares del pasado, que dicho sea de paso, se trajeron también al plato al Banco del Ejército.

Y no estamos considerando tampoco, los onerosos presupuestos del Banco de Guatemala y de la Superintendencia de Bancos, con sus prestaciones a todo lujo, que para 2013, junto a los costos de la política monetaria, en un período de bajísima inflación, como lo fue el 2011, llegaron a la friolera de 1,000 millones de quetzales que también tendrán que ser absorbidos por los sufridos contribuyentes en el 2013.

Pero lo peor del tragaldabas chapín es que su voracidad no se amilana con las protestas de estas columnas ni los punzantes análisis del periodismo investigativo: se está preparando una nueva legislación electoral para asignarle un porcentaje mayor al Tribunal Supremo Electoral, colgándolo a los ingresos ordinarios del Estado; diversas agrupaciones populares presionan para la creación de un Ministerio de asuntos campesinos, e incluso diversos grupos organizados de jóvenes preparan una iniciativa de otro “CONJUVE”  que descuenta ingresos del impuesto al tabaco: es así como se mantiene la abultada panza del tragaldabas, que dicho sea de paso es similar en todos los países centroamericanos.