Tradiciones vs Derechos


Jorge_MARIO_Andrino

Durante la última etapa del año varias actividades que se les denominan tradiciones nacionales, sin pensar que algunas de ellas son “importadas” de otros países y no tienen nada que ver con la cultura guatemalteca; sin embargo, se realizan, promueven, defienden y desarrollan con facilidad, aunque su contenido no sea entendido del todo.

Jorge Mario Andrino Grotewold


Importante de mencionar, que la realización de las tradiciones es denominada parte de los derechos culturales de una población, y por ende, pareciera que quien desee menospreciarlas o no cumplirlas, está en contra de esa “cultura” que se menciona.  Sin embargo, es de hacer notar que aunque en todo caso fuera reconocida como tal, existen otros derechos con los que muchas veces estas actividades o tradiciones, se enfrentan, lo que hace difícil hacer una gradación de estos preceptos, atendiendo a que los derechos humanos no tienen esa jerarquización, por los principios básicos de complementariedad, integralidad y universalidad.

Sin embargo, algunas de estas actividades no pueden, ni deben considerarse tradiciones como parte de un derecho cultural, toda vez que son principalmente citadinas, capitalinas o urbanas, atendiendo a que al ser traídas de otras latitudes, no llegan formalmente a las áreas rurales, ni parcial ni mucho menos totalmente.  Esas características que no reúnen estas actividades como requisitos para ser tomados como cultura, agreden algunas veces derechos, principalmente colectivos, y aunque se hacen de forma involuntaria, se generan consecuencias que redundan en aspectos de inseguridad, o de violaciones a los derechos económicos y sociales.

Desde el inicio de una festividad en el último día de octubre, que condiciona a vecinos y transeúntes a dar galletas, dulces o dinero a niños y adolescentes.  Si existe negación, pueden ocurrir consecuencias como vidrios rotos, puertas lastimadas o hasta pintas en casos extremos. Encima, esa “tradición” evoca a bruj@s alrededor del mundo. Claramente los niños y niñas son engañados con la falsa presunción de la costumbre de recibir dulces o regalos.  El Día de Acción de Gracias, tradición estadounidense cobra fuerza cada año en las clases media y alta, al realizar celebración similar, emulando a los amigos del norte, que según su propia tradición, celebran la colonización de las tribus originarias.  En Guatemala no se analiza que aquí y allá, a esas tribus conquistadas y colonizadas lo hicieron a la fuerza, bajo engaño y con mucha crueldad, por lo que celebrar dichos actos no es más que reiterar hechos trágicos históricamente reconocidos. Y la moda del “black Friday” o Viernes Negro como le dicen ya en México y Centroamérica, (que inclusive alcanza a fin de semana), imita una “tradición” comercial de Estados Unidos, en donde se liquidan saldos de almacenes de distinto tipo, lo que provoca allá y aquí en Guatemala, desde tránsito y aglomeración, hasta endeudamiento que afecta la economía familiar o personal.

Finalmente, la famosa “quema del diablo”, supuesta tradición guatemalteca, pero que no se encuentra más información por parte de los historiadores como alguna práctica antigua u originaria, sino más citadina de empezar oficialmente la temporada navideña y de cohetillos, promueve la liberación de penas y preocupaciones, por medio de una fogata que involucra basura, llantas y cuanta historia privada tengan las personas, y más reciente -y consciente- una piñata con la simbología del diablo.  Sin embargo, los efectos de esta fogata colectiva al unísono, es terrible para el medio ambiente, y como repercusión directa, hacia la salud de los mismos niños y adultos que queman lo pueden, especialmente en cuanto a enfermedades respiratorias, y en caso de accidentes, quemaduras de piel.  El mismo árbol navideño, cuando no se compra artificial, provoca miles de árboles cortados y un buen porcentaje de oxigeno menos para nuestro ya deteriorado medio ambiente.

Respetar las tradiciones es importante para cualquier sociedad, pero no se puede denominar a cualquier acto una tradición, mucho menos que ésta tenga consecuencias para otros, vulnerando ese propio principio de respeto hacia una colectividad. Sería mejor celebrar otras tradiciones religiosas, autóctonas u originarias del país, que por cierto son muchas.