Tradición y religiosidad


Editorial_LH

No cabe ninguna duda de que la Semana Santa constituye una de las fiestas principales para los guatemaltecos de todos los credos y denominaciones, no sólo porque se recuerda la pasión de Cristo, sino porque constituye el feriado más prolongado del año en el que de hecho todo se paraliza al menos durante cuatro días y cuando la gente aprovecha para desplazarse a lugares de recreo, a visitar a sus familiares que viven en sitios distantes o simplemente para cumplir con devociones religiosas que siguen siendo parte de nuestra añeja tradición.


Así como es un momento para el descanso y una oportunidad para relajarse, también constituye una de las épocas en que más accidentes ocurren por el consumo desmedido de alcohol que, mezclado con actividades como conducir vehículos o nadar en lagos, mares y ríos, termina siendo fatal, razón por la que nunca está de más repetir el viejo llamado a la prudencia para disfrutar alegremente y en paz estas fiestas conocidas también como las de Verano para un país donde esta es la época más caliente del año.
 
 Majestuosa sigue siendo la celebración religiosa de la Semana Santa en los principales templos católicos de todo el país, donde con oficios y procesiones se rememora la pasión y resurrección de Jesús, en una tradición que atrae a mucho visitantes extranjeros y que debiera ser mejor utilizada por las autoridades de turismo para promover al país como un destino para estos días. Por supuesto que no basta con la promoción, sino que se tiene que trabajar mucho en el trato al turista, puesto que todavía tenemos la mentalidad aldeana de que al visitante hay que esquilmarlo a como dé lugar y eso vale tanto para los comercios, los guías de turismo, los taxistas y transportistas, no digamos alguna parte de la llamada industria hotelera que demuestra su subdesarrollo con esa forma de querer exprimir al visitante.
 
 Siempre se dice, además, que la Semana Santa en el primer año de un gobierno es el parteaguas que marca el fin de la luna de miel o del período de gracia que la población da a las nuevas autoridades. En realidad hay que decir que ese compás de espera tiene mucho que ver con las acciones oficiales y si las mismas son malas, ni una semana dura el encanto, mientras que el mismo se puede prolongar cuando hay determinación, firmeza y claridad en lo que se ejecuta
 
 Tiempo es para usar este período de solaz para reflexionar tanto sobre lo que puede y debe hacer el Gobierno, como sobre lo que ha hecho y dejado de hacer, así como sobre lo que nosotros, como ciudadanos, tenemos obligación también de hacer.

Minutero:
Con el fresco olor del corozo 
se piensa ya en el descanso; 
historia de un pueblo muy manso 
que gusta jugar al baboso