Muchos hablaron durante estos días del futbolista brasileño Dani Alves, fichado por el FC Barcelona, quien se comió el banano que un hombre le lanzó desde las tribunas de un estadio, en lo que pareció ser un insulto racista hacia su persona. Sin embargo, pocos hablan de todos los “bananos invisibles” que se lanzan a diario en Guatemala contra las personas indígenas y afrodescendientes, y que no generan un solo comentario de indignación.
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Estoy seguro de que si por cada acción o insulto racista cayera un banano del cielo, seguro que en Guatemala habría una tormenta perpetua de esas frutas. Habría enormes cantidades de bananos en los estadios, centros comerciales y empresas, e incluso en los centros educativos, los hospitales, las oficinas del Estado y dentro de los hogares.
Es un hecho que a diario tenemos que convivir con las expresiones racistas y discriminadoras, pero eso no significa que las debamos aceptar. Por el contrario, cada una de esas manifestaciones debería generar una ola de indignación acompañada de acciones que promuevan un cambio social y una nueva actitud ante la segregación social en todas de sus formas. Pero nada de eso se ve en Guatemala.
En materia de justicia es muy difícil que se inicien causas por discriminación, debido a que muchas veces se trata de delitos en los que no se consiguen evidencias con valor probatorio para las judicaturas, y aunque en algunos casos se logran condenas, éstas son muy leves. Por supuesto que los delitos de este tipo no deben quedar impunes, pero para combatir el problema se necesitan acciones con mayores alcances.
El verdadero remedio para la discriminación es la educación integral cimentada en la aceptación, el respeto y el reconocimiento de los demás, sin distinción de etnias, religiones –o ausencia de éstas– o preferencias sexuales, y por eso resulta preocupante que no haya evidencia de esfuerzos en este sentido dentro del sistema de educación pública y en los centros de enseñanza privada, que en la mayoría de casos tienen una naturaleza excluyente que se hace pasar “exclusiva”.
Hay muestras de que la educación que se imparte en la mayoría de clases refuerza los estereotipos, promueve la segregación y aunque en algunos casos se habla de “tolerancia”, ésta se comprende como un acto de bondad, cuando realmente es una obligación.
El caso de Dani Alves es terrible, por cuanto a que aún en los países más desarrollados de la Unión Europea –Premio Nobel de la Paz– se dan casos de discriminación, incluso en los espacios públicos. Sin embargo, la respuesta de los compañeros del jugador y de muchos otros deportistas, en apoyo al agredido, es una luz de esperanza en el Viejo Continente y un ejemplo para América.
En Estados Unidos recientemente trascendió el caso de Donald Sterling, dueño del equipo de baloncesto Los Ángeles Clippers, quien ha sido suspendido de por vida por la NBA por sus declaraciones racistas, que además le han dejado una multa de 2.5 millones de dólares
¿Cuándo en Guatemala vamos a seguir esos ejemplos de justicia? ¿Cuándo contaremos con un sistema educativo inclusivo? Acabemos con la lluvia de bananos.