El gobierno iraquí impuso un toque de queda indefinido en Bagdad luego de que una ola de atentados dejó el jueves al menos 202 muertos en un gigantesco barrio pobre chiita, los ataques más graves desde la invasión estadounidense de 2003.
Los chiitas iraquíes, muchos de ellos en llanto, recolectaban los cadáveres de las víctimas del baño de sangre y se dirigían bajo protección policial a la ciudad de Najaf, 160 km al sur de Bagdad, para enterrarlas de manera masiva.
Una fuente médica dijo que el saldo de los cuatro atentados con coches bomba detonados el jueves en el bastión chiita de Sadr City se había elevado a 202 muertos y 256 heridos. El balance seguirá subiendo porque muchos de los heridos están graves, advirtió.
Los bombardeos despertaron temores de represalias chiitas contra los árabes sunitas, en medio de un brutal enfrentamiento entre ambas comunidades desde un ataque a un templo chiita en febrero pasado.
Los atentados de Sadr City, perpetrados supuestamente por insurgentes sunitas, llevaron al ministro del Interior a imponer un toque de queda indefinido en la capital iraquí desde las 20H00 (17H00 GMT) del jueves.
Irak también cerró sus dos principales aeropuertos, uno en Bagdad y el otro en Basora (sur), así como los puertos del sur, indicó un alto funcionario gubernamental.
El viernes, día de las plegarias musulmanas, un silencio mortal se apoderó de la capital. Importantes arterias y puentes de Bagdad se encontraban vacíos, no había tráfico y los habitantes permanecían en sus casas.
Decenas de cuerpos de las víctimas eran trasladados en procesiones de féretros bajo protección policial a la ciudad de Najaf.
Cientos de dolientes buscaban aún a sus seres queridos en los hospitales de Sadr City. Decenas de cadáveres desfigurados por las quemaduras se hallan aún en los hospitales, al no poder ser identificados por sus familiares.
En una de las plazas del barrio, varias personas escarbaban entre los escombros para recolectar partes de cadáveres y enterrarlas en una tumba en el centro.
Los chiitas piensan construir un monumento en memoria de las víctimas para marcar el ataque más brutal contra su comunidad en el conflicto que ha seguido al derrocamiento del ex presidente Saddam Hussein en 2003, tras la invasión liderada por Estados Unidos.
Chiitas furiosos culparon de los bombardeos a los seguidores de Saddam Hussein -sentenciado a muerte este mes por el asesinato en masa de chiitas en 1982- y al líder sunita Hareth al Dhari, jefe de la Asociación de Académicos Musulmanes Sunitas.
Dhari está actualmente fuera de Irak y las autoridades locales iniciaron una investigación penal en su contra por incitar a la violencia sectaria.
«El gobierno no ha podido protegernos, mientras los estadounidenses nos están azuzando a luchar unos contra otros», dijo un habitante de Sadr City, ventilando su furia.
Decenas de carpas bajo las cuales se celebran los funerales fueron montadas en las calles del barrio. La gente se agolpaba bajo su sombra para ofrecer sus condolencias, mientras hombres, mujeres y niños en llanto se unían a las procesiones.
Se teme que los bombardeos, perpetrados en pleno corazón chiita de Bagdad, profundizarán la brecha entre las dos comunidades en guerra.
El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, llamó a la calma, pero dijo que los bombardeos de Bagdad plantean una seria amenaza a la fraternidad en el país.
«Este crimen refleja un grave peligro a la hermandad islámica por parte de terroristas que están tratando de desencadenar una contienda sectaria», señaló Maliki.
El legislador Mahmud Othman indicó que esperaba represalias chiitas.
«Habrá una fuerte reacción a estos bombardeos. Ya hay informes de que barrios sunitas fueron atacados anoche y la brecha sectaria se profundizará aún más», dijo a la AFP.
Tras los ataques, unas 13 rondas de disparos de mortero llovieron sobre Adhamiyah, un barrio sunita, hiriendo a 10 personas.