Todos contra el bloqueo


«Es un anacronismo el bloqueo a Cuba y pedimos su levantamiento.»

Cristina Fernández, presidenta de Argentina

Ricardo Ernesto Marroquí­n
ricardomarroquin@gmail.com

Como sucede desde hace 19 años, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, conformada por 192 paí­ses, votó el pasado 26 de octubre en contra del embargo económico que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde 1960. La posición fue casi unánime, ya que recibió 187 votos a favor. íšnicamente Estados Unidos e Israel votaron en contra, mientras que Palau, Micronesia y las Islas Marshall se abstuvieron.

La medida, impuesta por el presidente Eisenhower (el mismo que mandó a derrocar a Jacobo Arbenz Guzmán y colocó en la silla presidencial guatemalteca a Castillo Armas), es vigente hoy en dí­a, aún cuando la Guerra Frí­a ha terminado y la gran amenaza de Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) tiene más de diez años de haberse venido abajo.

De cualquier manera, la necedad de este paí­s del norte por imponer sus medidas económicas y polí­ticas al Tercer Mundo, se traduce en un bloqueo económico que le ha costado una fortuna a La Habana. Se estima que alrededor de 800 mil millones de dólares ha tenido que pagar la isla por esta medida anacrónica, lo que ha provocado un considerable desabastecimiento de medicina, materiales de construcción, combustible y una multiplicidad de productos.

El embargo, además de constituir un acto bárbaro de violencia contra el pueblo cubano, parece ser una ridí­cula advertencia para todos los paí­ses latinoamericanos. En muchos de los paí­ses de «nuestra América», como llamó Martí­ a esta región, Washington, a través de sus principales aparatos de inteligencia, lograron tirar a gobiernos que intentaban trazar el camino de nuestra propia dignidad.

Advení­s y Allende, por ejemplo, cayeron como consecuencia de las acciones de la Central Americana de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y, a partir de la imposición de gobiernos militares en Guatemala y Chile, al igual que como sucedió en Argentina, Uruguay, Brasil y otros paí­ses latinoamericanos, se implementó el neoliberalismo y se condenó a la mayor parte de la población a la miseria y a la imposibilidad de acceder a los servicios sociales. La educación, la vivienda, la salud, el trabajo, la expresión, algunos de los derechos fundamentales, fueron convertidos en mercancí­as.

En Cuba, la situación fue diferente. Aún cuando la Revolución tiene errores, es un proceso que ha demostrado que la construcción de la dignidad de las personas es una posibilidad real. Es el único paí­s del Tercer Mundo que ha logrado un crecimiento económico constante y presenta indicadores sociales de los paí­ses más avanzados.

Por su ejemplo, se hizo de todo para que, durante la segunda mitad del siglo pasado, Cuba estuviera lejos de los paí­ses latinoamericanos. Las embajadas cerraron, y la economí­a de la isla dependí­a totalmente de su acercamiento a Moscú. Sin embargo, con el desplome del «socialismo real» este pequeño paí­s del Caribe entró en un «perí­odo especial», tiempo en el que el efecto del bloqueo económico es más evidente.

Pese a la pobreza que atraviesa, Cuba tiene la posibilidad de compartir sus logros. Uno de ellos se refleja en el trabajo que realizan cientos de médicos en los lugares de más difí­cil acceso, incluyendo las comunidades rurales de Guatemala.

Ahora, en los primeros años del presente siglo, Cuba no se encuentra sola. Los nuevos vientos que soplan desde el sur y que han traí­do consigo una serie de gobiernos que se oponen a las directrices del mercado, también le apoyan en su legí­timo derecho de exigir el fin del bloqueo.