Todos alegamos, pero nada cambia


Cuando la Prensa puso el ojo en los negocios cometidos por el gobierno de Alfonso Portillo y los destacó a diferencia de la vista gorda que mostró en otros casos, dije que era importante aprovechar el momento de una mayor conciencia ciudadana sobre la envergadura del problema de la corrupción para presionar a fin de que modificaran los procedimientos y se establecieron reales mecanismos de control. Sin embargo, fuera de despotricar contra Portillo y el FRG, los ciudadanos no hicimos nada para cambiar las cosas y el resultado está a la vista.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Aquí­ no es simplemente que un individuo sea pillo, sino que el sistema está hecho para que todo mundo robe. No es sólo la Presidencia de la República, sino todos los ministerios, las direcciones generales, los otros organismos del Estado, los alcaldes y responsables de entidades autónomas y hasta el empleado menor que hace su cacha en cuanto puede. Y es que, repito, el sistema está hecho para que todo mundo robe sin temor a consecuencias y por ello es que todas las semanas tenemos que ver nuevos escándalos que ocupan espacios en la prensa, pero que nunca se traducen en acciones de la Contralorí­a de Cuentas, no digamos del Ministerio Público para sancionar a los responsables.

Hoy leemos de negocios en la Municipalidad de Chinautla y de cobros ilegales de seis mil quetzales por licencia para la autorización del transporte extraurbano, pero todo eso es simplemente parte de lo cotidiano en Guatemala, paí­s en donde únicamente no roba el que no quiere. Ninguno de esos casos amerita una investigación seria y, aún en el caso de que la misma se llegara a producir, vemos que al final de cuentas las penas que podrí­an imponerse son de risa. Por el desví­o de 82 millones de quetzales al señor Meyer le puede tocar como máximo cubrir una modestí­sima multa y pagar para conmutar una ridí­cula pena de cárcel. Si usted desfalca cientos de millones robándose los depósitos de sus clientes en un banco, aparte una miseria para pagar la fianza y siga gozando de la vida tranquilamente porque así­ es como funcionan las cosas en nuestra pobre Guatemala.

Por ello es que sostengo que lo crucial es cambiar el sistema y no debemos conformarnos con alegar de lo mal que estamos de cuán pí­caros son los polí­ticos. Ellos seguirán siendo largos en la proporción que nosotros se los vayamos permitiendo y no hay mejor forma de hacerlo que conformarnos con la protesta sorda, con mentarle la madre a tanto ladrón sinvergí¼enza y con ello desahogar nuestra cólera mediante una muy peculiar y al final cómplice catarsis colectiva. Digo cómplice porque nuestra indiferencia al final apaña el accionar de tanto pí­caro.

Dejamos pasar un momento oportuno cuando se destapó la porquerí­a del gobierno de Portillo, pero evidentemente nadie querí­a ni se interesaba en atajar las tradicionales formas de corrupción mediante los negocios «elegantes» realizados a la sombra del poder. Al final de cuentas se trató de pasar la factura a un advenidizo que se pasó de listo y eso parece ser lo que indignó a muchos, permitiendo complacientemente que volvieran las mismas formas tradicionales de enriquecimiento ilí­cito que nos han acompañado por siempre.

Hoy nuevamente parece que hemos tocado fondo en el tema de la corrupción. Tiempo es de mantener la presión y, sin dejar de mentarle la madre al que roba a un pueblo hambriento, ejercer la debida presión para que el sistema sea revisado y para cambiarlo a fin de terminar con la eterna corruptela.