Todo sigue igual


Pese a los buenos deseos de Año Nuevo, al retomar la rutina diaria veremos que nada ha cambiado y que de la misma forma en que cerramos el 2009 hemos de empezar el 2010, es decir, con las mismas angustias, los mismos retos y las mismas realizaciones. Maravilloso serí­a que al dar la vuelta a la última hoja del calendario se pudiera en realidad dar ese cambio mágico que tantos quisiéramos para nuestro paí­s, pero fuera de los buenos propósitos, nada hay nuevo bajo el sol y la experiencia demuestra que tales propósitos no se materializan.


Volvemos al trabajo con la misma crisis y a retomar los mismos retos. No ha desaparecido la violencia ni se ha resuelto la crisis económica. La inseguridad alimentaria sigue afectando a buena parte de la población ante la indiferencia del resto, mientras que los problemas de ingresos para el fisco no cesan y el Gobierno echará mano del apoyo de sus aliados para presionar por el paquete fiscal, sobre todo porque esa presión huele ya a prolegómeno de la campaña que ha de descansar en esos mismos aliados. Lo más importante es que el guatemalteco no sufrió un cambio mágico la noche del 31 para amanecer el dí­a 1 de enero y seguimos siendo indiferentes y poco dados al compromiso y la participación. El chapí­n del 2010 no será básicamente distinto al de este nuevo año y por lo tanto no hay esperanzas de que podamos tener un cambio significativo porque el mismo, en todo caso, dependerá de que los ciudadanos hagamos algo y nos decidamos a ser nosotros los que impulsemos un nuevo orden en el paí­s. Por supuesto que todo o por lo menos casi todo debiera cambiar en Guatemala, porque no necesitamos más violencia, más miseria, más corrupción, más incapacidad de las autoridades ni falta de solidaridad de los guatemaltecos, para citar apenas unas cuantas de las aspiraciones más sentidas. Y no nos cabe duda, a la luz de la historia, de que el pueblo tendrá al fin su aire con remolino como cí­clicamente ha ocurrido en esta nación a lo largo de su vida, pero todaví­a no hemos llegado al punto en el que se pueda tener confianza en que las cosas han llegado al punto de forzar a una participación abierta, decidida y valiente de la población para tomar el destino del paí­s en sus propias manos. En todo caso, esos cambios no dependen del almanaque, sino de la voluntad y decisión de los pueblos. Por lo tanto, arrancamos con otro calendario para ir contando los mismos dí­as.