Dicho fenómeno socioeconómico, igual que los restantes, nos mantiene con una mano atrás y la otra adelante. A fin de capear el ya prolongado temporal, causante de vivir grandes segmentos poblacionales en la miseria. Consecuencia directa resulta dicho desbalance, de las diferencias individuales acentuadas, creemos ha mostrado funesto la lucha de clases en principio muy débil.
Otros sectores, de más está decirlo, abundan en la riqueza, conformando uniones visibles y utilidades del orden millonario. Cabe, a guisa de broma, señalar el adagio de los abuelos cuando señala “al que Dios se la dio, San Pedro se la bendiga”. Empero, cuando carecemos del citado dinero las personas irremisiblemente también cabe expresar que pasamos las de Caín, de seguro.
Las descomunales alzas en productos, bienes y servicios, como en el presente momento histórico, resume un cataclismo descomunal; no caben evasivas de ninguna índole engañosa, rumbo seguro a babosear muy bien, que exhibe característica de dorar la píldora, cuando la misma no existe ya; la forma de hacer tragarla a su manera, sin que sea el alivio del grave asunto.
Ni siquiera es factible decir aquí y allá a voz en cuello, a modo de represalia volandera sostener aunque breves momentos, en tanto pasa el coraje del caso, que todo mejorará gracias a las buenas relaciones comerciales con países del Extremo Oriente. Por cuanto sirve de paliar determinado periodo gubernamental, empero, al final las cosas prosiguen forzosamente y punto final.
El crítico y al parecer estacionario problema socioeconómico todos nos lamentamos y sirve de conformidad que tanto productos, bienes y servicios continúen dando quehacer. Si el Gobierno de manera sutil expresa andar por mal camino financiero y continúa endeudándonos a más y mejor. Empero el colectivo desesperado con razón valedera, exige moderación en sus acciones vividas.
Razón poderosa existe, sin necesidad de la exagerada publicidad, día tras día. Aunque jamás debe optar por lo airosa salida que solamente alarga más el penoso caso, carente de la conveniente solución. Misma que el colectivo espera y aguarda con una paciencia benedictina. Pero de tanto esperar la solución es urgente y necesaria, antes que la desesperación actúe mediante paros, toma de carreteras, etc.
Hasta en las modestas tiendas de barrio también manejan tal procedimiento bajo el denominador, harto sabido y conocido con el calificativo que le dan tinte «rojo». Tocante a los grandes negocios, industrias y restantes complejos a cada poco aumentan los precios de carburantes, gas propano. Lo más lamentable que cuentan con el sambenito de la dichosa autorización pertinente.
A ese ritmo acelerado y por supuesto sin tomar en cuenta la delegación del pueblo, al menos en las fotos publicitarias hasta conversan juntos alrededor de una mesa con exquisitas boquitas y de qué beber, no será agua azucarada. Los documentos que rigor, nada ni nadie los ve, tampoco los divulga en páginas completas de la prensa y los modernos medios tecnológicos.