El Presidente dijo ayer que aunque escudriñen no van a encontrar nada en el negocio de la concesión del puerto Quetzal, y la verdad es que no hay mucho que escudriñar porque todo está muy claro. Entregaron tierras a cambio de una migaja para que hagan un nuevo puerto. Punto y aparte, eso es todo y no hay que darle más vueltas al asunto.
Por supuesto que es importante decir que es un regalo el que se hizo a la empresa de contenedores porque a cambio de menos de un millón de dólares al año podrán desarrollar un proyecto multimillonario. No hacía falta ni siquiera que tuvieran dinero para entrar al juego, puesto que todos los pagos serán diferidos y ahora cualquier banco del mundo podrá financiar el proyecto de construcción de la terminal, es decir del nuevo puerto, y para los españoles es un negocio tan redondo como el que hizo Buezo cuando sin dinero entre la bolsa compró la telefónica que luego le vendió a los mexicanos.
Y como saben que somos un pueblo con sangre de horchata que no dirá nada, el negocio está cerrado, a espaldas de todo luego de un sigiloso proceso que incluyó la emisión, en mayo, de normas especiales para regular la forma en que la portuaria puede y debe hacer las concesiones. En otras palabras, emitieron la norma para acomodar el negocio que ya traían entre manos a sus necesidades.
El mismo gobernante dijo que desde antes de tomar posesión ya venían con la idea de ampliar el puerto, y que se trabajó intensamente en lograrlo. Las pruebas demuestran que, efectivamente fueron muy diligentes, y bastaron seis meses de gobierno para enajenar una gran extensión de tierra de Puerto Quetzal para que los españoles hagan su propio puerto que competirá, con más eficiencia sin duda, con el puerto nacional.
La verdad, coincidimos con el Presidente en que todo está muy claro. Demasiado claro, puesto que no ocultaron nada, y aunque usen palabras como concesión de tierras para construir una terminal, en el fondo lo que hay es la construcción de un nuevo puerto, privatizado, que se regaló a una empresa española. Lo de regalar es un decir, porque el Estado no percibe lo que debería percibir, pero seguramente que alguien sí percibe lo que corresponde porque cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta del enorme valor que tiene una concesión como la que por migajas fue dada a la empresa de marras. De suerte que, como dice el Presidente, no hace falta escudriñar para encontrar más. Todo está claro y es evidente que nos vieron la cara a todos los chapines.
Minutero
Una nueva terminal
es ahora el eufemismo
para ocultar el tamal
y terminar con lo mismo