La elección del Fiscal General y Jefe del Ministerio Público reviste una importancia crucial en la posibilidad, aún remota, de iniciar el desmantelamiento de las estructuras de la impunidad en Guatemala. Y digo remota porque pese a los avances ofrecidos en casos muy especiales por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, los tentáculos dispuestos durante los años de conflicto para proteger a los militares, policías y paramilitares que luchaban en defensa de la institucionalidad contra la insurgencia siguen intactos, con la diferencia de que ahora están al servicio del crimen organizado en sus distintas manifestaciones.
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De acuerdo con el procedimiento legal para nombrar al Fiscal y al Consejo del Ministerio Público, son los miembros de la Comisión de Postulación quienes deben preparar una lista de la cual debe salir, por fuerza, el nuevo funcionario a cargo de dirigir la acción penal en Guatemala. Eso significa que el presidente Colom, en ejercicio de sus facultades regladas, tendrá que escoger a uno de los postulados para el cargo y, por supuesto, va a escoger a quien le parezca más afín, más confiable y con quien él crea que puede trabajar mejor. Sería absurdo esperar que cualquier gobernante elija a un adversario, a un fiscal que pueda convertirse en una piedra en el zapato y por ello es que el trabajo de las comisiones de Postulación es tan importante, porque la designación de un buen fiscal depende de qué tan bueno haya sido el trabajo de esa comisión. Con un abogado al servicio de la impunidad que se cuele en la lista y que sea del agrado del Presidente de turno, se arruinó todo el proceso porque en esas condiciones hay que dar por sentado que la designación será justamente a favor de esa persona que goza del respaldo presidencial. Por ello es que en esta ocasión, cuando estamos seguros de que hay tanto en juego porque se ha desnudado la estructura de impunidad que prevalece en el país y se toma conciencia de las serias implicaciones de ese mal, la responsabilidad de los decanos de las facultades de Derecho, del Presidente del Colegio de Abogados y de su Tribunal de Honor, así como del Presidente de la Corte Suprema de Justicia es fundamental. Pero como ya estamos acostumbrados a ver muertos acarreando basura, hay que exigir que la Comisión conduzca audiencias públicas para entrevistar a los candidatos, a fin de que la ciudadanía tenga participación en este proceso de tanta trascendencia. Tenemos que entender que todo esto se enmarca ya en el ajetreo político electoral que se avecina y que los intereses políticos tendrán mucho que ver a la hora de elaborar la lista de los postulados. Pero aunque uno peque de ingenuo, hay que hacer un llamado a los miembros de la Comisión y al mismo Presidente de la República para recordarles lo que está en juego desde el punto de vista de la institucionalidad y de la búsqueda de justicia en nuestro país. No existen muchas razones para ser optimista y pensar que se hará una elección pensando en Guatemala y no en los intereses particulares de los postuladores y del mismo Presidente de la República. Por ello es que insisto en la importancia de las audiencias públicas y en el papel de la sociedad para lograr, cuando menos, un paso adelante en una lucha que se sigue pintando difícil.