Toda una larga sucesión de distractores


De 1958 a estas fechas nos hemos enterado de lo que artificiosamente o de modo repentino y natural, podemos decir, ha producido distracción de la opinión pública en ocasión o en ocasiones de sucesos que han causado gran conmoción social como si se tratase de fuertes sacudidas telúricas.

Marco Tulio Trejo Paiz

Y arrancamos de aquel año en que hubo distractores a lo serial con evidente propósito de desviar la atención de los guatemaltecos respecto de lo que ocurrí­a contra el orden de cosas establecido bajo la batuta del general Miguel Ydí­goras Fuentes, quien, dicho sea de paso, ofreció gobernar con «puño de acero inoxidable» (léase mano dura), pero pronto se desinfló como vejiga al primer pinchazo del patojo…

El divisionario gobernante de entonces, que las sabí­a y se las traí­a todas como buen zorro de la era ubiquista, solí­a tender cortinas de humo como las que a diario y por todos lados provocan los autobuses y otros vehí­culos que zumban en las calles y en los caminos de Dios o de Lucifer.

Ydí­goras Fuentes se aprovechaba del problema territorial de Belice que existí­a y que aún existe entre Guatemala y los hijos de la Gran Bretaña en esos alegres dí­as del «ganapierde» de la GANA. A Benque Viejo fue a dar un espectáculo circense, hilarante, que en momento oportuno fue explotado por el picaresco «muñequito de El Imparcial».

De esa guisa, pasaban a segundo término, en la opinión pública, las acciones de rebeldí­a de los polí­ticos opositores al régimen redencionista, del estudiantado universitario, de los sindicalistas y demás sectores sociales. Y el general de cinco estrellas cantaba victoria a lo alto del palacio verde como entre sardónicas risotadas.

El coronel Enrique Peralta Azurdia, que sucedió en el codiciado trono palaciego al general e ingeniero no tuvo necesidad de recurrir a distractores. í‰l tomaba decisiones rápidas, a la mejor conveniencia de su gobierno, para bien o para mal.

El licenciado Julio César Méndez Montenegro, Carlos M. Arana, Kjell Eugenio Laugerud Garcí­a, Fernando Romeo Lucas, José Efraí­n Rí­os Montt, í“scar H. Mejí­a Ví­ctores, Vinicio Cerezo, Jorge A. Serrano Elí­as, Ramiro de León Carpio y ílvaro Arzú, con intención o sin ella ?al menos algunos de ellos? siguieron empleando el socorrido distractor de Belice, el desgajado jirón de nuestro suelo patrio, entre otros que fueron tirados como de los cabellos…

En estos calurosos dí­as de gratas e ingratas sorpresas ha habido motivos suficientes como para que se dejen en paz, en santa paz y de lado, los casos de Serrano Elí­as, de Portillo Cabrera y de otros hombres de drama chapí­n. También se están olvidando poco a poco o simplemente durmiendo el sueño de los justos, el atraco del siglo de la Terminal Aérea, la crisis bancaria, las torerí­as de las «maras», la corrupción administrativa, y ahora están en proceso de investigación a fondo (copa para Haroldo Sánchez, del telenoticiero Guatevisión) tanto de parte de Guatemala como de El Salvador, con la ayuda del FBI estadounidense, los desgraciados sucesos criminales en los que perdieron la vida tres diputados salvadoreños al famoso PARLACEN y un piloto automovilista, así­ como cuatro elementos de un cuerpo «élite» de la Policí­a Nacional Civil (PNC).

Estos últimos hechos que, por cierto, han afectado mucho la imagen de Guatemala, han tenido, tienen e indudablemente seguirán teniendo gran resonancia nacional e internacional, sobre todo en nuestro solar hoy que se está forcejeando en un nuevo jaleo electoral en el que quienes pretenden conquistar el poder público podrán valerse de cualquier motivo, relacionado con la situación, para llevar agua a sus molinos…