Toda corrupción debe castigarse


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Indudablemente, cada quien es libre de pensar lo que mejor le plazca, pero cuando veo que hay quienes puedan prestarse para servir a los grupos de presión para difundir criterios totalmente alejados de valores y principios éticos, morales o religiosos, es cuando el ser rebelde que cada uno de los seres humanos llevamos dentro me hace saltar para defenderlos aunque se me califique de idealista, soñador o pendejo si se quiere. Es que no concibo que se califique simplemente de “polémico” a quien toma fondos que no son suyos, los envíe a otro país y allá pueda abrir una cuenta bancaria para hacer con ellos lo que más le convenga. Disculpen pero a eso merece llamarse de manera bien distinta, como que por ello debiera ser juzgado aquí o donde haya cometido el delito.

Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt


Comprendo que se formen criterios movidos por intereses o simpatías personales para ver en algún exmandatario rasgos de “buena gente”; calificarlo de bondadoso; de haber sido el único que “se preocupó por los pobres” o que haya sido “padre cariñoso”. Pero lo que me es imposible aceptar es que habiéndose apropiado de varios millones de quetzales del erario nacional, lo que a todos consta, nuestra justicia no solo haya declarado inocente a él sino lo haya hecho extensivo  a otros funcionarios encartados. ¿Qué se hizo ese dinero? Vaya usted a saber estimado lector. ¿Cómo es que los fondos públicos se esfuman o se van por los tragantes del Palacio Nacional, el que se está cayendo en pedazos, por la falta de recursos para darle buen mantenimiento?
   
    Otra manera de pensar que hoy dispuse no seguirme guardando, para comentarlo con los amables lectores, es aquella afanosa búsqueda de entrevistar a otro exmandatario cada 25 de mayo, desde el año 1994, para saber qué opina de la desaparición de varios millones de quetzales de  confidenciales, los que según las malas lenguas había sacado previamente a Panamá. Lo más sarcástico del caso es haberle escuchado decir por una  entrevista radial, que el haber tratado de depurar al Congreso de la República era forzosamente obligatorio hacerlo y que por lo tanto, en lugar de merecer una ingrata orden de captura, como el espantoso exilio en que vive rodeado de la más “inmensa pobreza”, debiera  ser objeto de premio, de ser posible, permitiéndole volver a ocupar el solio presidencial.

    Bien vale la pena disgregar antes de finalizar este comentario, que  tanto el juicio, como la sentencia de genocidio dictada recientemente en contra de otro exjefe de Estado no han quedado sin efecto. Al contrario, según entendí después de leer íntegramente la decisión tomada por la Corte de Constitucionalidad, ahora sí existe la posibilidad de desarrollar el debido proceso penal con toda imparcialidad e independencia. Por lo que termino preguntando: ¿acaso no fue esa la razón aducida por los acusadores para haber iniciado la causa?