Tito: hace 10 años regresaste a tus orígenes cósmicos… y el dinosaurio “todavía” está en Guatemala, como lo presentiste; como, literariamente, nos lo heredaste. “Todavía…” desgraciadamente, sigue arrastrando su cola y “paseándose” por el territorio nacional, ensangrentando a Guatemala. Y ahora se transformó en dinosaurio-dragón. Y… “todavía” no se ha extinguido.
Para desgracia nacional, Tito, “todavía” sobrevive este espécimen. No desaparece ese perverso animal, ensagrentador de la patria. Es más, Tito, se transformó en dinosaurio-dragón-escupe-fuego y hora también arrebata vidas de niñas. Sí, Tito, ¿puedes imaginar? Vidas de lindas, puras e inocentes niñas. En estos días, ha cortado la respiración de varias pequeñas flores guatemaltecas. Incluso, una de ellas (suplicante) tenía en sus manitas -enrollado santamente- el pequeño rosario con el que imploraba clemencia. Pero nada lo detiene.
Todavía no habíamos secado esas punzantes lágrimas de indignación y coraje, la semana antepasada, cuando volvimos a enterarnos, querido Tito, que de nuevo atacaron esas despreciables bestias. Sí ¡malditos! cortaron a fuego de bala la vida de una joven madre -embarazada- y de otra florecita inocente. Ya ni te cuento, de la terrible historia que hay detrás de esta tragedia familiar. Muchos guatemaltecos estamos terriblemente angustiados por historias como estas, y no queremos repetirlas. Ni en cuentos.
Por eso, insisto, “todavía” está aquí el ahora dinosaurio-dragón, sembrando más aflicción. Es ese mismo -tal por cual- que tú retrataste con palabra eficiente, en 7 vocablos sabios que recorrieron el mundo junto a tu nombre literario; microrrelato que permite esta analogía de homenaje.
Y sigue aquí, robándonos tranquilidad; sustrayendo vitalidad a generaciones, ahogándonos las esperanzas y estremeciéndonos cada día con sus pavorosos actos de violencia. Es impúdico, obsceno; tiene sed de sangre, de muerte. Padece de una desenfrenada y extraña insania. Apenas satisface sus instintos de maldad, ataca de nuevo, cada vez más despiadadamente.
También está presente, ese dinosaurio-dragón en la esencia de todos los corruptos, pues le crece la cola por comer tantos millones de quetzales putrefactos. Sí, Tito, era cierto…”todavía, está aquí” ese asqueroso reptil. Ese que nos ataca a diario y nos deja estupefactos. Impávidos y perturbados. Y aunque estemos hartos, también –lo acepto- estamos aterrorizados.
Vivimos con miedo a que se nos aparezca ese fuego de muerte, al doblar la esquina. Salimos de casa y del trabajo con miedo, con terrible congoja. Vivimos en stress permanente. Le damos gracias a Dios por cada hora que nos permite seguir viviendo, porque cada cierto tiempo atravesamos más de alguna calle llena de balas y en cualquier momento es posible no sobrevivamos. El terror ha invadido nuestra existencia diaria.
Sí, Tito, los guatemaltecos conmemoramos tu partida al infinito, recordando esa imagen que heredaste a la humanidad: “todavía está allí”. Ese dinosaurio-dragón que pintaste sintética y magistralmente, sigue en Guatemala, lanzando aterradoras llamas de fuego-odio y presente en nuestra cotidianeidad. Y no escarmentamos. Ojalá y no se eternice su malignidad.
Está en el mal maestro que llega tarde a clases, en el político matrero, en el mal empleado que busca soborno, en el típico abogado que nos tranza, en el médico mata-sanos, en el periodista “fafero”, en el enfermero ladrón de medicamentos, en el estudiante “chivero”, en el obrero que se roba el material de la fábrica y en el patrón que no paga lo justo. En el homicida, en el estafador, en el charlatán.
Ese dinosaurio-dragón nos tiene desmarimbados a los chapines. Ha destartalado nuestra existencia. Ha descuadernado todas nuestras agendas. Desmanteló bellas ilusiones y esperanzas de vida pacífica, armoniosa y ha desencadenado fuerzas malignas, como si viviéramos en Xibalbá, el centro del infierno chapín. Lamentablemente Tito, a 10 años de tu partida, no salimos de esta pesadilla, porque despertamos “y todavía está allí”.