«Time» y los inconformes


Editorial_LH

La revista Time tiene la tradición de declarar personaje del año, distinción que han merecido muchos personajes a lo largo de décadas de reconocimiento a quienes marcan, de una u otra manera, no sólo la vida de los norteamericanos, sino muchas veces de la humanidad entera. Este año Time desestimó varias nominaciones que habí­an de personajes de altos vuelos y se decidió por “El Inconforme”, ese anónimo ciudadano que toma conciencia de sus deberes y manifiesta para protestar por las cosas negativas que ocurren en su entorno.

 


Un personaje que es desconocido para nosotros los guatemaltecos porque aquí­ tenemos un ejército de conformes, de gente que no se inmuta ni ante la pobreza, ni ante la violencia. Gente que acepta la corrupción como un destino inevitable y que a lo sumo suspira por tener un gobierno que, como le dijo una tí­a a Vinicio Cerezo “robe, pero no demasiado”. Nos resignamos ante la incompetencia, ante la mala calidad de los servicios y la deficiencia de las instituciones. Sabemos que hay corrupción pública y privada y la aceptamos como parte de la normalidad de nuestras vidas. Los abusos cometidos en contra del consumidor y en contra del ciudadano nunca provocan la menor roncha y nos doblegamos frente al poder, sea éste económico, polí­tico, militar o religioso.
 
  El mundo entero empezó a cambiar en 2011 por el movimiento de los inconformes que se decidieron a tomar calles en lugares tan distantes como Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen, Bahrain, España, Grecia, Rusia, el Congo y Estados Unidos con la ocupación de Wall Street. Ha sido un año de protestas que ya tuvieron efecto en muchos lugares y que tendrán secuelas en otros en el transcurso de los meses venideros, por lo que la decisión de Time parece correcta y edificante.
 
  Sobre todo para sociedades cuyos individuos juegan el papel de muertos, donde nadie se inmuta ni dice nada y todos se tragan los abusos, la prepotencia, la corrupción, la incapacidad, la voracidad sin lí­mite de los que amasan fortunas mediante tráfico de influencias, el abandono de los enfermos, los pobres y los desvalidos. Tendrí­amos que sentirnos ofendidos de que se pueda siquiera suponer que caemos en esa tipificación de indolentes, conformistas en extremo viviendo en un mundo en el que el inconforme, el que tiene los atributos cí­vicos para protestar y jugar su papel de ciudadano, merece el reconocimiento en vez de ser visto como subversivo, como desestabilizador, palabrejas que en Guatemala se usan para cualquiera que muestra el más mí­nimo signo de descontento con la realidad y lo que nos toca vivir.

Minutero
Nos roban con total descaro
y se burlan del ciudadano
porque éste nunca va al paro
ni les pone el freno de mano