En eso se está convirtiendo Panajachel, poco a poco se transforma en un espacio más en donde la impunidad prevalece, la violencia se consagra y como siempre los malditos no dan la cara, es decir, tierra de la arbitrariedad y la cobardía.
De dos años para acá un grupo de encapuchados pretenden dar orden al municipio violentando los derechos de quienes ahí habitan, golpeando y linchando hasta quitarles la vida a dos personas.
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Lo peor de esto es que ejercen sus abusos con la venia de las autoridades, políticos y algunos comerciantes de la zona. Tal y como lo escribe Lucía Escobar en su columna en elPeriódico del 19 de octubre. Y es que hechor y consentidor pecan por igual, así que quienes solapan este tipo de situaciones también son culpables.
Me horroriza pensar que un lugar en donde solía sentirme segura es ahora un rescoldo de la época de la guerra, en donde la oscuridad permite que las vidas se acaben, que la dignidad se mancille y que el miedo impere.
Por eso me aterra que los finalistas de las elecciones tengan propuestas como “mano dura†o “pena de muerteâ€, acciones que promueven aún más la violencia.
Por otro lado me preocupa que este problema no salga de lo local –con contadas excepciones–, que no se le brinde la atención que merece, tomando en cuenta que ya hay denuncias con nombres y apellidos. Así que el Ministerio Público debería de tomar cartas en el asunto.
En ese lugar, bello para mí, viven personas a las que quiero entrañablemente, entre ellos niños que gozaban hasta hace poco de una libertad que ahora se ve coartada por la cobardía y el terror.
Además, Panajachel es también un espacio que permite que muchas personas de todo el departamento puedan llevar alimento a sus hogares a través de su trabajo con el turismo y el arte que sin duda se verá afectado por actos tan espantosos.