En estas fiestas de fin de año, en las que los deseos de la mayoría son sinceros además de ser compartidos, deberíamos de reflexionar y profundizar acerca de la viabilidad de unirnos en busca de una sociedad más equilibrada. Es decir, aprovechar estos momentos de unión, comprensión, paz y armonía, para que como proyecto de nación logremos conjuntar esfuerzos individuales, con el afán de provocar condiciones mínimas en beneficio de los grandes conglomerados.
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Guatemala es un territorio en el que sus habitantes viven distintas realidades, se presentan amplias diferencias, mismas que inician desde el lugar en el que residen los individuos. Las desventajas se manifiestan en el momento en que una persona nace en el área rural, su idioma materno no es el español y crece en lugares donde el Gobierno no provee de los servicios esenciales –salud y educación– que facilitan el desarrollo de las personas.
Es pertinente aclarar, que en cuanto a desventajas se refiere, es todo lo relacionado a las limitantes que enfrenta una persona en el área rural, en comparación a las del área urbana, dicho en otras palabras, que las personas que crecen en los centros urbanos, poseen una ventaja comparativa sólo con el hecho de residir en estos lugares.
Si se concentra el análisis en el área urbana, haciendo un ejercicio mental de contrastar las realidades de las áreas marginales versus lo que acontece en sectores mejor acomodados, se comprobará que no cambia significativamente la situación. Entonces, todo lo anterior sólo constituye una breve descripción de lo que la evidencia empírica respalda, que son los indicadores que afirman la compleja desigualdad que el país sufre, posicionándose como el más desigual de la región latinoamericana, comparándose únicamente con los países africanos peor calificados en esta materia.
El objetivo no es dividir a la sociedad más de lo que ya se encuentra fragmentada –derivado de múltiples razones–, pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo, a lo que es tan evidente y comprobado. Sin embargo, como bien es citado en el título de esta publicación, es momento de reflexionar y tomar actitudes de cambio, mismas que beneficien la disminución de la desigualdad.
Este “deseo navideño” suena tan complejo, y la verdad que no sólo suena, sino más bien lo es, porque se necesita una serie de condiciones para que esta reducción comience. Un buen inicio, sin duda sería a lo interno de cada quien, puesto que sólo nosotros poseemos la capacidad de modificar la situación, mediante el cambio de actitudes cotidianas y pensamientos individualistas, algo que sería apropiado en el marco de estas festividades.
En conclusión, algunos lectores poseen la capacidad de tomar decisiones en las distintas esferas de la vida nacional, y otros ostentan la función de ejecutar adecuadamente las mismas, es por ello que exhorto a todos y todas a que desde nuestros desempeños laborales, familiares y profesionales, propiciemos las condiciones para que construyamos una sociedad menos desigual y fragmentada en todo el sentido de la palabra. No dudo que existen situaciones que escapan de nuestras manos, pero, en lo que sea humanamente posible, es nuestro deber aplicar acciones de cambio, para que cada día sea menor el abismo existente entre los niños que nacen en Santa Lucía la Reforma Totonicapán y los que crecen en zonas exclusivas de la Ciudad de Guatemala.