¿Tiempo de jóvenes?


Dándose golpes de pecho, pidiendo mil veces perdón y nombrándose cobardes por no defender a la patria en su momento, grupos conservadores y bien identificados del paí­s, felicitan a los jóvenes del tsunami blanco por tomar el papel protagónico que les corresponde.

Lourdes ílvarez
usacconsultapopular@gmail.com

Esos mismos sectores piden hoy a la CICIG, cuando ayer la acusaban de violar la soberaní­a nacional, su «divina, pero sobre todo prontí­sima» intervención en el tono de: si no es hoy, entonces no es nunca. ¿Acaso no se nota la inconsecuencia de su discurso?

La CICIG tiene un reto más por delante y eso está claro, pero dejar entrever que si no se resuelve el caso del abogado que acusa a funcionarios públicos de su asesinato, en un abrir y cerrar de ojos la CICIG no sirve y debe marcharse, por favor, es algo muy oscuro.

Si estamos cansados de tanta impunidad lo correcto es apoyar las acciones que la CICIG impulsa, tomando en cuenta que son pasos calculados en aguas pantanosas y copadas por fuerzas paralelas que con dientes y garras, han copado hasta instituciones públicas desde hace mucho, pero mucho tiempo.

Yo, como joven guatemalteca creo en la demanda de justicia social, en el relevo generacional y en la construcción de una Guatemala diferente, pero para todos, bajo un modelo de estado incluyente, donde existan las garantí­as colectivas, se respete la vida y sobre todo prevalezca el valor del ser humano.

¿Acaso no tienen derechos los batos de los asentamientos, o los patojos campesinos que se curten a diario la piel en las plantaciones de caña, las chavas de las maquilas?

Pero hoy se habla de un relevo generacional, un papel protagónico que se dice asumir, pero está cargado de una clara consigna «preservar los derechos individuales a toda costa y perpetuar un modelo que favorece a los de siempre», por encima de todo y todos, incluso de la misma población guatemalteca, ¿aló ProReforma?

Si bien, nuestra constitución actual no es la ideal, cuenta con muchas garantí­as que a esfuerzo de luchas populares se ganaron y que amparan a la población, serí­a un grave retroceso mandarlas a la basura.

Las causas de la situación que vivimos son estructurales y por más que se quiera ocultar, también son históricas. No se puede voltear la página y asegurar que porque no nacimos cuando hubo invasiones norteamericanas, genocidios, debemos hacer de la vista gorda, claro que no. Quien no conoce su historia está condenado a repetirla, ¿y entonces?

La demanda de un cambio debe ser plena. La justicia no tiene vaso lleno o últimas gotas que lo rebalsen, la indignación es integral y punto, es inaceptable que en pleno siglo de Black Berry, la desnutrición infantil sea una de las mayores causas de muerte en Guatemala; acusados de genocidio ostenten cargos públicos; trabajadores y trabajadoras sean explotados a diario, y muchí­simos etc., etc. más.

El reto de la juventud es lograr ver más allá de lo evidente, cuestionar y sobre todo informarse sobre las causas y consecuencias de las decisiones que tienen a unos arriba y otros abajo, a unos bien y a otros mal, cuestionamientos simples pero de respuestas profundas y reveladoras.

Queremos papel protagónico, entonces adelante, es precisamente en la historia donde encontramos los mejores ejemplos de juventudes comprometidas con la población siempre marginada, las y los que han impulsado grandes revoluciones, entrémosle, pero sin falso patriotismo, sin golpes de pecho y sin propuestas individuales. Debemos desenmascarar lemas y falsas consignas que ven en la juventud un camuflaje para imponer las viejas y conservadoras propuestas.