Tics


René Leiva*

A mí­ me bastarí­a entrar al siglo XXI por la puerta de mi casa.


¿Cuántas estrellas son necesarias para dar a luz una luciérnaga?

Los tránsfugas y los traidores suelen ser quienes renuevan sus firmes convicciones.

Buscar la verdad en los escombros es, en última instancia, la única posibilidad de encontrarla.

En la mayorí­a de las cosas el fondo está en su superficie.

Es el colmo de la buena suerte tropezarse a la entrada de un callejón sin salida.

No fue manzana lo que ofreció Eva a Adán. Era una pera del olmo.

En ocasiones es necesario matar al hambre con todo y hambriento.

La integridad de una persona puede apreciarse por el menor número de contradicciones entre lo que hace, dice, piensa y siente.

En el lugar de la primera huella del hombre en la Luna ha brotado un espantapájaros.

Los cientí­ficos no concuerdan en si somos una pesadilla o un simple ensueño del hombre de las cavernas.

El escaso riesgo de herir susceptibilidades es que no sangran.

Lo hermoso del diálogo de sordos es que todos tienen la razón.

Está visto que la ciencia avanza en la medida de sus rectificaciones.

¿Por qué impedirle al espí­ritu vivir en la rutina la aventura de cada dí­a?

Siempre que pongo la otra mejilla recibo la respuesta del otro golpe.

En arte, la autocensura casi siempre es autocastración.

Una de las frustraciones de la democratización es su confusión con la vulgarización.

Que la fama es una maldición lo prueba el hecho de que no merece ni el reposo de una tumba.

Casi siempre ir al fondo de las cosas implica el riesgo de la asfixia o de la ceguera.

El mundo da muchas vueltas. Para volver al lugar de partida.

¿Has notado que tu risa en la soledad tiene resonancias de eternidad?

El ciego mental, ese que cree ver mayor portento en una estrella que en la luciérnaga.

El hombre es la medida de todas las cosas. Excepto la medida de sí­ mismo, por supuesto.

Cuando llamo a las cosas por su nombre, nada ni nadie me responde.

El suicida opta por curarse en salud de manera radical.

Vender el alma al diablo empobrece.

Para tomarle el pelo a una mujer es obvio que no se necesita agarrarla de las barbas.

Hay individuos fanáticos del sexo dentro del matrimonio ajeno.

Poseo la piadosa creencia de que el mundo tiene cuerda sólo hasta para el momento preciso de mi muerte.

Los defectos de los otros son esas tablas de salvación que retardan nuestro naufragio.

Algunos de nuestros defectos son más atribuibles a la sombra que al bulto.

¡Nunca toquéis a quien duerme en sus laureles! Podrí­a despertarse.

Sueños, ilusiones, fe, esperanzas: la sangre y los huesos del hombre.

No pocos fracasos se deben a confundir la luz de un fósforo con la estrella polar.

Tropezar dos veces con la misma piedra puede ser un gesto de agradecimiento hacia la piedra.

Corrijamos nuestros defectos pero guardémosnos de quedar vací­os.

En el papel del hombre en la tierra ya sólo queda una palabra: FIN.

* Escritor guatemalteco, nacido en 1947.