The Biggest Loser


Eduardo-Blandon-Nueva

Hay un programa de televisión que lleva por sugestivo nombre “The Biggest Loser” que consiste en hacer ganadora a la persona que haya botado más libras en comparación con los demás compañeros en el tiempo que dura la temporada ideada por sus productores. El más grande perdedor (de peso) es el que se alza con la victoria. Aquí está lo sugestivo: perder para ganar.

Eduardo Blandón


Ese programa puede hacernos pensar en lo que sucede en nuestros días relacionado con la lucha sin cuartel entre los estudiantes y los policías encargados de conservar el orden. Con la única diferencia que aquí, en este programa “real”, no se avizora ganador por ninguna parte. Aquí perdemos todos: estudiantes, profesores, padres de familia, policías, conductores de tránsito… y en general el país.

El tiempo perdido por los estudiantes es irrecuperable y por ventura ellos no lo saben, de lo contrario quizá se les agudizaría el dolor, la frustración y la pena de ver perdido de alguna manera su futuro. Eso si consideramos cierta la ecuación de los expertos: a mayor educación, mayores ingresos. Lo que en consecuencia nos dice que tanta pérdida de tiempo escolar, tarde o temprano se reflejará en los magros ingresos de nuestros estudiantes ahora pendencieros y desafiantes que pululan por las calles.

Pero no los acuso. Ellos luchan por una causa que a sus ojos es justa y ninguno ha podido convencerlos de lo contrario. Por eso, me parece, la mayor responsabilidad la tienen los mayores, los educadores y pedagogos que no han aplicado las magias de la didáctica para enseñar a los jóvenes no solo a defenderse sin necesidad de llegar a la violencia (que conste que ahora parece justificarse porque la Ministra ha hecho un mutis inexplicable) sino a dialogar y a proponer creativamente para solucionar las contradicciones propias de los proyectos humanos.

La arquitectura humana no se resuelve a garrotazos. Por eso también los policías han actuado irracionalmente (aunque no ellos, sino sus jefes), al actuar según el instinto animal que los inspira. La Ministra de Educación ha fallado rotundamente, con el espíritu arrogante heredado por la señora Aceña -de infeliz memoria- y el Ministro de Gobernación se ha solazado repartiendo palo para amedrentar a una población vulnerable y provocando consecuencias que nadie quiere ni siquiera imaginar.

En consecuencia, hemos llegado a los puños (mano dura), sin necesidad alguna. Y las víctimas serán y continuarán siendo los jóvenes si no sabemos inventar fórmulas de solución inteligentes y humanas. Tanta actividad cavernaria no puede sino avisarnos que aquí huele a perdedores. Y, como decía arriba, los grandes perdedores somos todos. Qué pena.