Una vez más llega octubre, y ello, para la religiosidad católica, significa que llegó el mes del Rosario, y cuyo centro de atención se fija en el Templo de Santo Domingo de la ciudad capital. Este año, este mes posee un atractivo adicional, ya que marca el inicio de las celebraciones de los 200 años de la construcción de esta iglesia, la cual se ha convertido en un testigo perenne de lo que ha acontencido en el Centro Histórico de la ciudad capital.
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Todo inició, como sabemos, el día de Santa Marta, el 29 de julio de 1773, cuando fuertes terremotos destruyeron la entonces ciudad de Santiago de Guatemala, hoy La Antigua Guatemala. De esa cuenta, en un proceso largo que no vale la pena referir acá, se estableció la necesidad de trasladar la ciudad capital a otro sector. El valle de la Virgen o de las Vacas fue el elegido, en donde actualmente se sitúa la Nueva Guatemala de la Asunción.
El Templo de Santo Domingo, en La Antigua Guatemala, quedó completamente destruido. La orden de dominicos se trasladó, al igual que todos los habitantes, hacia la nueva ciudad. El 21 de septiembre de 1975, el Rey de España firmaba la Real Cédula, en la cual se confirma el traslado.
La traslación implicaba que los órdenes sociales se podían alterar. Sin embargo, para evitar esto en la rígida sociedad colonial, se estableció que en el nuevo valle, la disposición de la ciudad sería exactamente igual a como estaba en Santiago de Guatemala.
Para el Templo de Santo Domingo, le correspondió exactamente la parte oriente de la ciudad. Este sector, en La Antigua Guatemala, está en alto, y poseía una de las mejores ubicaciones. Sin embargo, en la Nueva Guatemala de la Asunción, este sector era bajo, por lo que, en principio, la ubicación no ayudó a la orden dominica.
Sin embargo, esto no importó mucho, y se convierte, hoy día, en una curiosa anécdota. Según relata la historia de los dominicos, para abril de 1774, ya tenían una casa provisional, la cual era grande. Desde esa estructura, empezaron a planear el convento y el posterior templo. Para julio de 1778, ya se tenían puestos los cimientos.
Lo que se refiere al templo en sí mismo, se empezó a construir, quizá, en 1788. Aunque no se tienen los registros exactos, se tiene una vieja inscripción del entierro del constructor del templo, el cual reza así: «El 17 de Septiembre de este año de 1809, se enterró en el nicho del presbiterio el cuerpo de Don Pedro Garcí-Aguirre: 1809. Dirigió la obra de la Iglesia (como Ingeniero voluntario) desde su principio e hizo el plano. La principió por Enero de 1788 y la concluyó por Noviembre de 1808».
He aquí que esta inscripción sirve para señalar el principio y el fin de la construcción del templo de Santo Domingo. Según se supone, la primera piedra había sido colocada el 5 de abril de 1792, pero esto es improbable, ya que la fecha es muy posterior a lo que la inscripción de la muerte de Garcí-Aguirre describe.
A sugerencia de los artífices del traslado de La Antigua a la Nueva Guatemala, las iglesias no debían ser construidas con cúpula ni bóveda, ya que, por el miedo al reciente terremoto, creían que esto era una trampa mortal.
De tal cuenta, Garcí Aguirre, quien diseñó el templo, lo había pensado con artesonado de madera. Pero, una vez avanzada la construcción, en 1792, se sugirió que los cimientos eran firmes, por lo que la iglesia podía soportar una bóveda.
Para esa época, el temor del terremoto se había disipado, y, por el contrario, se creía que el artesonado no era lo ideal, ya que la madera se humedecía muy rápido, lo cual hacía que constantemente se tendría que estar cambiando.
Por ello, el 4 de julio de 1792, la orden de dominicos, se solicitó el permiso para que, en lugar de artesonado, se construyera la iglesia con bóveda, el cual fue concedido por Real Cédula del 10 de noviembre de 1792.
Así, se siguió construyendo el templo, y para el 13 de octubre de 1808, un acta del Ayuntamiento consignaba que «Los SS. Alcaldes hicieron presentes que los RR.PP. De Santo Domingo les significaron la complacencia que tendrían en que la función y misa de gracias, que ha de celebrarse en la próxima Jura se hiciese en su Iglesia, y que por tener este honor procurarían concluirla, cuanto más breve se pudiera».
De esa cuenta, el 5 de noviembre, el sacerdote Antonio Ibáñez bendijo la Iglesia, por lo que es ésta la fecha que se toma como el fin de la construcción del templo. En consecuencia, para este año se cumplen el bicentenario, de una construcción que siguió todo el proceso del traslado de la ciudad capital, es decir, un testigo importante de nuestra historia.
Al mediodía, las campanas de la iglesia se hicieron escuchar, con lo cual se consideraba completamente terminada. Por la tarde, hubo una procesión. Se acostumbraba, por ejemplo, que con la finalización de una nueva iglesia, se fuera a la Catedral Metropolitana, a traer al Santísimo Sacramento, para poder ubicarlo en el sagrario.
Sin embargo, para el caso de Santo Domingo, lo que primero se hizo fue acudir al domicilio de Francisco de Náxera, quien fungiera como Ministro General de la Real Hacienda, en cuya casa (6a. avenida sur) se encontraba custodiada la imagen de la Virgen del Rosario, la cual es motivo de culto, hoy día, en el Templo de Santo Domingo.
La imagen de la Virgen del Rosario es antiquísima; data de 1592, mandada a hacer por fray Lope de Montoya. En consecuencia, el pueblo católico de la Capital, la ha nombrado como una de las patronas de la ciudad y de toda Guatemala.
Fiesta del Rosario
La Iglesia Católica instituyó el 7 de octubre de cada año, como el de Nuestra Señora del Rosario. Habitualmente, esta celebración se celebraba el primer domingo de cada octubre. En 1571, durante la Batalla de Lepanto, con motivo de esta fista el Ejército Español se encomendó a la Virgen Del Rosario; por la victoria obtenida (y especialmente porque tenía una fuerte connotación religiosa, ya que la batalla era contra los musulmanes) se estableció como fijo el 7 de octubre para esta festividad.
Asimismo, los españoles le tomaron un cariño especial a esta festividad, la cual fue trasladada inmediatamente a América.
Auge en Guatemala
En nuestro país, la celebración de la Virgen del Rosario no se simplifica únicamente a un día, sino que la fiesta dura todo el mes. La Basílica de Santo Domingo, en la 12 avenida de la zona 1 de la ciudad capital, recibe la visita de miles de feligreses durante el mes.
Más que otra representación de la Virgen María, la Del Rosario parece tener una simpatía especial dentro del pueblo guatemalteco, que acude a ella no sólo para pedir bendiciones, sino que para recibir consuelo.
Esta patrona de Santo Domingo ha tenido un culto que ya se puede calificar de histórico.
Una verdadera fiesta
Más que en otra celebración, probablemente sólo comparada con la Feria del Cerrito del Carmen o la misma Semana Santa, los alrededores de Santo Domingo se visten de fiesta. Particularmente, la comida y las dulces hacen de este culto una verdadera fiesta.
La comida de esta festividad está muy ligada a la sensación dulce. De hecho, por la época, el culto a la Virgen del Rosario y su comida típica presagia, desde ya, los platillos típicos de la festividad del Día de los Santos, como el ayote y los jocotes en miel.