Arles programa Una retrospectiva de 80 fotos, unas célebres, otras menos conocidas, que permite apreciar la obra de Ronis, último superviviente de la escuela «humanista» de Robert Doisneau.
«Pero, ¿qué significa ser fotógrafo humanista? «Si me permite recurrir a una metáfora, diría que es hacer fotos como el pájaro canta. Sin hacerse preguntas», declara Ronis en entrevista con la AFP.
«Tengo una empatía natural con mis semejantes, sin hacer angelismo. Pero en la vida he encontrado pocos cabrones», dice.
El anciano, que sólo puede desplazarse ya en silla de ruedas, mantiene empero toda su vivacidad de espíritu y la memoria de cada una de las aproximadamente 100.000 fotos que hizo a lo largo de su carrera.
«La primera fue una foto del valle de Chevreuse (cerca de París) tomada desde una colina». Tenía entonces 16 años y una cámara Kodak que le había regalado su padre, quien era fotógrafo de estudio.
«Para mí era un juguete. No quería ser fotógrafo, quería ser compositor de música», recuerda.
La vida y la enfermedad de su padre, fallecido prematuramente, decidieron otra cosa. A los 26 años de edad, Willy Ronis se hizo cargo del estudio de su padre, pero muy rápidamente «sintió que haría fotos en la calle».
Recorría las calles de París, que fue siempre el tema predilecto de sus fotos. «No salía nunca sin mi cámara, ni siquiera para ir a comprar el pan. No iba nunca a los barrios elegantes. Lo que me interesaba eran las escenas populares», dice.
Una mujer corre en la calzada mojada, un niño ríe apretando bajo el brazo una barra de pan. Dos enamorados se besan en lo alto de la columna de la Bastilla, desde la que se divisa París, una de sus más célebres fotos.
«Había subido ese día porque quería hacer fotos de París desde la altura. No vi a nadie y me dije «voy a trabajar tranquilo». Al volverme, vi a los dos enamorados que miraban el paisaje. En el momento en el que armaba la cámara, el joven le dio un beso en la sien a su amiga. No se dieron cuenta que yo los estaba fotografiando», cuenta.
Los dos jóvenes son Riton y Marinette, que Ronis conocería solamente 30 años después.
Acodado en la balaustrada de un puente del Sena, Willy Ronis vio pasar una barcaza en la que jugaban dos niños. «Pulsé, y sólo después miré si tenía la distancia correcta. Se pulsa primero, se mira después», comenta riendo el fotógrafo de los instantes de la vida.
Miembro del Partido Comunista, Ronis fotografió también «realidades duras». «Es verdad, tengo inclinaciones sociales», afirma.
Hizo reportajes en la época del Frente Popular, fotografió manifestaciones, inmortalizó en 1938 a Rose Zehner, dirigente de las fábricas Javel-Citroí«n en huelga.
«Pero muy rápidamente me gustaron todas las facetas de la fotografía», agrega. Se conoce su «Desnudo» de Gordes, un cuerpo de mujer inclinado sobre un lavabo, una foto sumamente surrealista con el pintor André Lhí´te.
«Tengo una formación de artista clásica, iba frecuentemente al Louvre, me gustaba particularmente la pintura flamenca, la gente en la calle, las escenas de patinaje en los canales helados», comenta.
Willy Ronis integró la agencia Rapho en 1950, colaboró con decenas de revistas, obtuvo la medalla de la Bienal de Venecia en 1957 y expuso en el MoMA de Nueva York. Se retiró en 2001, tras haber donado su obra al Estado francés.
Willy Ronis