El último año de la primera década del milenio termina hoy con una carga de problemas que afectaron seriamente a la población guatemalteca. El signo de los casi 60 mil deportados es el reflejo de nuestra realidad, porque eso es resultado de que aumenta cada año el número de migrantes que viajan en busca de las oportunidades que el país les niega, y de la ineficiencia de un gobierno que no pudo ni supo cómo gestionar el TPS para beneficio de quienes viven de manera ilegal en Estados Unidos.
Hay que recordar lo que significó para el país esa conjunción de desastres naturales con la erupción del volcán Pacaya y la fuerza de la tormenta Agatha que hizo estragos en el territorio nacional y que nuevamente agarró con los calzones en la mano a las autoridades porque éstas se concentraron en el problema volcánico, descuidando lo climático hasta que vino el golpe.
La violencia es otro de los serios problemas que caracterizaron este año de 2010, con cifras de escándalo en la cantidad de muertos, destacando además la brutalidad de muchos de los crímenes cometidos. Carentes de estrategia para enfrentar el problema de la criminalidad, el crimen organizado se ha ido adueñando de buena parte del territorio del país porque las instituciones son incapaces de actuar para ejercer el debido control y el despliegue que se ha realizado en México para contrarrestar al narcotráfico empujó a los carteles a Guatemala, donde cada día se muestran más violentos y agresivos.
Positivo ha sido, sin embargo, que en este año hemos visto algunas muestras de que aun siendo difícil, la lucha contra la impunidad es posible si existe voluntad política de hacer las cosas bien. Las investigaciones realizadas por CICIG nos demuestran que el camino será arduo y tortuoso, pero que es posible iniciar una transformación de nuestro deteriorado sistema de justicia y cuestiones como la elección de la Fiscal General devuelven un poco de aliento a un pueblo que se ha ido frustrando por la continuidad de medidas negativas de sus autoridades.
Otro avance es el mayor reconocimiento de nuestro problema social, puesto que si bien no se ha avanzado concretamente tampoco en el combate a la pobreza, es evidente que hay un mayor debate público sobre el tema y se admite que es un problema serio que tenemos que enfrentar tarde o temprano. Si el principio para resolver un problema es admitir su existencia, cada día hay mayor conciencia de que la pobreza es un lastre enorme que tenemos que resolver con acciones solidarias y comprometidas.
Termina, pues, el año 2010 con un saldo concreto negativo, aunque atisbos de esperanza pueden encontrarse para los más graves problemas del país.