La suerte de los 22 surcoreanos secuestrados desde hace 12 días suscitaba una gran inquietud hoy tras la expiración del ultimátum de los talibanes, que amenazan con matarlos si el gobierno de Afganistán no acepta un intercambio de prisioneros.
Todos los rehenes, miembros de la iglesia presbiteriana Saem-Mul, estaban vivos al cumplirse el plazo a las 07H30 GMT, según los talibanes que dijeron no haber tomado todavía una decisión sobre su suerte.
«Si no se respetan nuestras exigencias, nuestro consejo supremo va a decidir lo que hay que hacer respecto al ultimátum y a la suerte de los rehenes», declaró por teléfono a la AFP Yussuf Ahmadi, portavoz de los rebeldes.
En la provincia de Ghazni (140 km al sur de Kabul), donde el grupo fue secuestrado, uno de los principales negociadores del gobierno afgano, Wahidulá Mujadedi, declaró a la AFP que habían pedido un plazo de 48 horas suplementarias «para darnos tiempo a preparar el terreno para una solución aceptable».
Los talibanes insisten en un canje de prisioneros al que se oponen las autoridades afganas que, por su parte, piden la liberación incondicional de las mujeres del grupo de rehenes.
«No es la política del gobierno soltar a prisioneros pero siguen pidiendo un canje de prisioneros y se niegan a liberar a las mujeres inmediatamente», dijo a la AFP otro negociador, Mahmud Gailani, que subrayó estaban «bloqueadas» las negociaciones con los talibanes a través de los jefes tribales y religiosos.
El papa Benedicto XVI condenó ayer los secuestros en Afganistán e hizo un llamamiento a los talibanes que retienen a un grupo de surcoreanos a «liberar indemnes a sus víctimas», en la oración del Angelus en su residencia estival de Castel Gandolfo.
«He aquí un llamamiento por los rehenes coreanos», precisó el Papa al final de la oración, que pronunció desde su residencia en esta localidad a unos 20 km al este de Roma.
El Pontífice leyó a continuación un mensaje en el que condenó «la práctica que se difunde entre los grupos armados de servirse de personas inocentes» para apoyar sus reivindicaciones.
«Se trata de graves violaciones de la dignidad humana que contradicen las reglas más elementales de la civilización y del derecho y que ofenden gravemente la ley divina», declaró.