«El Gobierno no es un instrumento de represión al servicio de los enemigos de Guatemala.»
Jacobo Arbenz Guzmán.
Volvamos atrás, señor Presidente; hagamos un poco de historia y retomemos una idea que usted planteó hace un poco más de dos años, durante la ceremonia en donde tomó posesión de la Presidencia de la República. ¿Se recuerda cuándo mencionó que su gobierno sería «el de los pobres» y evocó aquellas ya lejanas administraciones de la Revolución de Octubre de 1944?
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Usted, señor Presidente, aseguró que durante su gobierno se daría continuidad al propósito que Juan José Arévalo Bermejo y Jacobo Arbenz Guzmán se plantearon a mediados del siglo pasado: la modernización del país y la atención a la población más pobre.
Pues fíjese, señor Presidente, que estos dos ex mandatarios -cuyos nombres apenas y se repasan en las escuelas-, implementaron una serie de políticas que fueron trascendentales para la clase obrera y campesina: el Código Laboral, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el escalafón magisterial… sólo por mencionar algunas.
Pero si hacemos un poco más de memoria y para reflexionar sobre sus primeras palabras como Presidente de la República y como «representante de la unidad nacional» -particular característica de su alta investidura, según reza la Constitución Política-, podemos recordar que tanto Arévalo como Arbenz combatieron fuertemente la concentración de la riqueza y de los recursos productivos en pocas manos; se opusieron fervientemente, con un especial sentido nacionalista, a la entrega de nuestros recursos naturales al capital privado y extranjero. Por algo, los más conservadores y detractores del desarrollo del país desnudaron a Arbenz en el aeropuerto antes de echarlo, fue un acto de inútil venganza porque este verdadero «presidente de los pobres» se atrevió a impulsar una Reforma Agraria para democratizar el uso, tenencia y distribución de la tierra.
Así, cuando usted menciona a estos dos personajes históricos como sus referentes políticos y al establecer su postura respecto a la explotación de los recursos naturales de nuestro país, incurre en una contradicción. Es ilógica su postura respecto a la prórroga del contrato a Perenco para continuar con la explotación de petróleo en el área de Laguna del Tigre, en El Petén. En primer lugar, porque cuando se concretó esta negociación, el Estado estaba usurpado por los militares golpistas y entreguistas de los recursos naturales; las políticas nacionales no eran dirigidas por «demócratas», como usted suele llamarse.
Resulta doblemente ilógico que usted diga, señor Presidente, que si no se aprueba la prórroga del contrato el país dejará de percibir «millones de quetzales en regalías», cuando de todos es sabido que estas empresas transnacionales dejan unas migajas de sus acaudaladas ganancias.
¿Es verdaderamente significativo para el Presupuesto Nacional el aporte que hace Perenco con el 6% que nos deja de sus ingresos? Aun si las ganancias fueran imprescindibles para el funcionamiento del Estado de Guatemala, ¿vale la pena destruir parte de la Biósfera Maya para obtener este dinero?
Al tomar la decisión sobre Perenco, señor Presidente, tome en cuenta las resoluciones del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales y del Consejo Nacional de íreas Protegidas (Conap) que dan cuenta sobre la inviabilidad e ilegalidad de la explotación de petróleo en Laguna del Tigre. Intente, aunque sea difícil por sus compromisos políticos con los sectores más conservadores del país, ignorar el interés particular de unos cuantos que llenan sus bolsillos gracias a la destrucción de los recursos naturales.
Sea congruente con sus palabras, con los discursos tan encendidos y «tan a favor del pueblo» que suele pronunciar cada vez que tiene a la mano un micrófono. Decídase por proteger la naturaleza antes que continuar con la entrega, a pedazos, del país.
¿O es que debemos poner mayor énfasis en cuanto al respeto a los intereses privados, idea que también abordó en su discurso de toma de posesión? Si así es, qué atrevimiento llamarse «el tercer gobierno de la Revolución».