Tequila: Una bebida y un destino turí­stico


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Se dice que el trago nacional de México tiene propiedades mágicas: cierra contratos, abre puertas, le da valor a los tí­midos y forja amistades.

Para alguien que no está acostumbrado a beber tequila, su consumo puede mandarlo al médico.

Por TRACIE CONE TEQUILA / Agencia AP

Lo primero que uno aprende al visitar la región tequilera por excelencia de México es que no se bebe de una vez, sino que es mejor saborearlo lentamente en una copa de brandy o un vaso de champagne para poder disfrutar mejor su sabor y el aroma de agave.

Un conocedor jamás beberí­a un tequila que no contenga un 100% de agave. Cualquier otra cosa, como el popular José Cuarvo Gold, es un «mixto» que, por ley, contiene sí²lo un 51% de alcohol destilado de agave. El resto podrí­a ser cualquier otra planta dulce como la remolacha, que tiende a provocar resaca.

Los amantes del tequila pueden beber el trago y visitar Tequila, la región agrí­cola donde se cultiva el agave, la planta de la cual se destila la bebida.

«El tequila es como el vino, y quienes le tomamos el gusto tenemos nuestros tequilas favoritos, del mismo modo que los amantes del vino saben por qué les gusta determinados vinos», comentó Rachel Nicholls-Bernyk, una estadounidense de Fresno, California, que viene al menos una vez al año. «Disfruto aprendiendo algo nuevo sobre el idioma, la cultura y la gente y, por su puesto, preparando tequila».

Los estadounidenses amantes del trago margarita tienen un romance con el tequila que ha generado un boom turí­stico en el estado de Jalisco, donde nació el tequila hace siglos en la población del mismo nombre.

Los hoteles del pueblo están siendo remodelados, abren nuevas pensiones y se están renovando los adoquines de la calle principal. En abril llegó el primer local de una cadena de tiendas, OXXO, una concesión que se hizo a los turistas extranjeros que no pueden manejarse en los mercados y puestos de comida a la sombra de la catedral, en el centro de la ciudad.

Tequila espera una invasión de turistas cuando se realicen los Juegos Panamericanos en la vecina Guadalajara en octubre.

La popularidad de las distintas variedades de tequila hace que haya numerosos destinos para el turista. Casi todas las variedades se originan en el estado de Jalisco o sus alrededores. Los tequilas de localidades altas menos turí­sticas, como Arandas y Atontoncillo, a 104 kilómetros (65 millas) al este de Guadalajara, producen bebidas más livianas y dulces. El Tesoro, Don Julio, Don Pilar y 7 Leguas son de esa zona, lo mismo que Patrón, lí­der del mercado.

El viaje a esas localidades más aisladas, sin embargo, es considerado algo riesgoso si se hace sin un guí­a por la presencia de narcotraficantes. Los dueños de algunas destilerí­as no van a la zona.

El Valle de Tequila, el principal destino turí­stico, es seguro y ofrece algo para todos los gustos. Una escala muy popular es la cantina La Capilla de Don Javier, donde se inventó la batanga, una mezcla de Coca Cola, tequila, jugo de lima y sal. Don Javier pasó los 90 y todaví­a se lo ve detrás del mostrador.

El pueblo se encuentra a la sombra del volcán de Tequila, de 2 mil 900 metros (9 mil 500 pies). El volcán le dio a la región una tierra rica en lava. Si bien hay cientos de variedades de agave que se pueden destilar, para ser considerado tequila, la bebida debe estar hecha con agave Weber variedad azul. El ciclo de vida de la planta es de entre seis y 12 años. Se cultiva en hileras en las laderas de las montañas, al pie del valle e incluso a los costados de las carreteras.

Es fácil visitar las principales destilerí­as, como Sauza y Cuervo. Mundo Cuervo es la Disneylandia de las destilerí­as y sus cantinas, restaurantes y negocios de recuerdos ocupan buena parte de la ciudad.

Por allí­ pasa la Ruta del Tequila, un recorrido por los pueblos productores de tequila inspirado en la senda del vino del valle de Napa, la región vitiviní­cola de Estados Unidos, en California.

También resulta atractivo el tren Tequila Express que los fines de semana lleva turistas desde Guadalajara hasta la Casa Herradura, a 64 kilómetros (40 millas), en Amatitán, donde el visitante pruebe tomar tequila de un barril cargado en un burro o ver trabajadores vestidos con las indumentarias tí­picas de los campesinos, o jimadores, que cortan las espinas del agave, dejando el fruto con aspecto de piña listo para ser cocinado.

Las operaciones más pequeñas, que a menudo producen los tequilas más interesantes, ofrecen vistazos a los procesos históricos de producción que las grandes empresas dejaron de lado hace tiempo. Los curiosos también pueden ver y probar el agave que fue cocinado por ocho horas y comparar los sabores en una destilerí­a que todaví­a cocina la planta durante cuatro dí­as en hornos de piedra.

La competencia ha hecho que varias destilerí­as cambien las viejas técnicas. En la Casa Noble, barriles viejos de roble francés han reemplazado los barriles de bourbon estadounidense, lo que le da al producto un cierto sabor a vainilla. Don Pilar emplea levadura de champagne para mejorar la fermentación y, esperan sus dueños, obtener un sabor único; pero como los mejores viñateros, El Tesoro sigue permitiendo que levaduras de la zona determinen el sabor de cada vendimia en las salas de fermentación al aire libre.

En la Destilerí­a La Fortaleza, los visitantes encontrarán el último tequilero que prensa el 100% del jugo del agave usando una gigantesca piedra de lava, llamada «tahona», en lugar de las maquinarias modernas.