No es la primera vez que en los últimos 12 años me refiero a la Comisión Nacional para la Reducción de Desastres, Conred. Durante el período en que fui Vicepresidente le manifesté a Alfonso Portillo que me preocupaba ver cómo las autoridades que se habían nombrado en esa dependencia jugaban en las pantallas de las computadoras como si se tratara de mis nietos jugando Nintendo o algo similar.
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Le manifesté que había comprobado en San Lucas Tolimán, Sololá, que los elementos de Conred eran unos jovencitos, muy bien uniformados, elegantemente equipados, pero los únicos que habían reaccionado -en ese municipio- ante la destrucción de la mitad de uno de los pueblos que se había edificado improcedentemente dentro del cauce de un río, habían sido los miembros del Ejército, que al llegar al lugar de los hechos de inmediato evacuaron, crearon un refugio temporal en la escuela, establecieron en el campo de futbol un lugar donde poder recibir y manejar ayuda, mientras que los jovencitos de Conred permanecían elegantemente parados e inactivos.
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A esto le agregué que la autoridad máxima de Conred, que nuevamente en este Gobierno vuelve a ser el ingeniero Alejandro Maldonado, lo que había efectuado al día siguiente era el contratar un helicóptero, llegar a ver, dársele la vuelta y terminado el asunto.
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Prepararse para los desastres es igual que vacunarse contra la gripe aviar, polio, viruela y el sarampión; no se puede improvisar, sino se debe anticipar. Si Conred no ha logrado crear la conciencia preventiva de nada sirven los uniformes, las apariencias y algunos bienes para enfrentar un terremoto, una erupción o una tormenta, ya no digamos un huracán.
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Ningún país tiene la totalidad de los recursos ante una tragedia de la naturaleza pero sí debe tener la red social que le permita alertar a la población. Actualmente, en Guatemala los celulares son tanto como los adultos, perfectamente podría mandarse un mensaje por texto y por voz haciéndole notar a la población que se cierne una tormenta, que se acerca un huracán o que está activándose un volcán. Algo parecido a lo que le dicen a uno el día antes que se le vence el recibo: «Le recuerdo que su recibo mensual tiene que ser pagado para no ser interrumpido su servicio», aunque uno ya haya pagado.
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Pero de qué le sirve a la población que el Presidente y el Vicepresidente salgan en la televisión, acompañados por el ingeniero Maldonado (muy elegante y muy bien uniformado) si en la mayoría de los lugares donde ha habido un derrumbe, un deslave, en donde había necesidad de la gente de Conred, la misma no llegó ni va a llegar y la población va a tener que rascarse con sus escasos recursos, con la ayuda que las iglesias y los ciudadanos de buena fe le den.
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Cuántos muertos, cuántos desaparecidos, cuántas viviendas destruidas, cuántas carreteras y puentes inhabilitados nos dejará la tormenta ígatha, el total nunca lo sabremos. Cuántas personas esperaron y no recibieron ninguna prevención, ninguna ayuda por parte de Conred: millones. En conclusión, el Gobierno de la República debería seriamente pensar que Conred debe estar en manos, regida, coordinada por oficiales del Ejército en retiro, que son los más adecuados y preparados para reaccionar en cualquier necesidad en los 334 municipios del país, como se comprobó en 1976.
Continúa.